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domingo, 17 de diciembre de 2017

9.C.- Veladas de Navidad 2017

  




9.c.1.- Presentación


 

Queridos quintos del 59 y demás amigos,

“... Otra Navidad regresa
y es luz que el corazón ama;
pasa el tiempo, arde la llama,
vuela la vida en pavesa…”

En vísperas de esta nueva Navidad que se nos ha concedido vivir, me asaltan los recuerdos de las navidades de mis primeras edades. Supongo que a vosotros también. Es un asalto inmisericorde de experiencias inmejorables, que nos “bajan los humos” y contrastan con el desencanto que vivimos ahora, como para "darnos en el morro" un desengaño adecuado a la vanidad de nuestro orgullo injustificado por los logros del presente. En mi caso este contraste viene envuelto en dos persistentes recuerdos: las veladas y los aguinaldos navideños.

 

Las veladas, llamadas también filandones, llegaban cada día, festivo o laboral, al final de la jornada de faenas.

Las esperábamos con verdadera ilusión, porque traían los momentos más agradables de aquellos días.

Cada familia se recogía al amor de la lumbre y acogía las visitas de otros familiares y vecinos para apurar un par de horas de buenos momentos. Allí se compartían amistad, alegrías, cosillinas y sabores, en forma de cuentos, castañas asadas, adivinanzas, anécdotas, manzanas, juegos, canciones, nueces y hasta algún traguín de vino nuevo, caliente y suavizado con agua y miel para los niños; ¡y también el rascado persistente de los sabañones! Todos ellos eran productos de la tierra y del sudor de nuestras frentes, cosecha propia y sin coste monetario alguno.

Los aguinaldos eran escasos. Cada niño, si tenía mucha suerte, podía recibir, entre nochebuena y reyes, uno de cada padrino, otro par de ellos de los abuelos paternos y maternos y algún otro de los tíos más unidos afectuosamente a él. Pero no sólo contaban los aguinaldos que se recibían, sino también los que se entregaban. A mí particularmente me agradaba casi más preparar y repartir los que mis padres y abuelos regalaban a sus ahijados y sobrinos: los cestos más espléndidos podían traer manzanas, peras, naranjas, castañas, nueces, higos, caramelos, bolitas de anís, una corrina de chorizo y una onza de chocolate. Cada cesto de aquellos, bien administrado, daba de sí un número incontable de momentos golosos.

En este presente nuestro, más jubilado que jubiloso, acomodado al bienestar y bienvivir y bienllevar en que estamos instalados, amortizados casi, no alcanzamos a otear un horizonte de ilusiones ni esperanzas, como si voláramos rastrero y con los ojos cerrados. Para ponerlo peor, a menudo nos invaden los desánimos. ¿Estaremos padeciendo “insuficiencia respiratoria”? ¡Qué va! No es nada grave. Se trata, sin duda, de un leve desaliento. Ante todo, no os preocupéis demasiado. Ese penar se debe a que la situación económica, política, climática, del presente día a día nos viene sometiendo a fuertes sobresaltos, a veces angustiosos, como algunos que ponen en entredicho, o, más bien, en “maldicho”, en voces de reporteros parleros y teatreros, la honestidad y méritos de alguno de nuestros más apreciados amigos; pero son sobresaltos de los que no deberían durar más de dos o tres legislaturas. ¡Eso espero yo! ¡Esperemos!

Yo, cada vez más a menudo, cuando ando en estas zozobras, busco unos instantes a solas, detengo mis pasos, echo una miradita atrás y, no sé bien por qué motivos, siento un alivio inmediato, porque me agrada mucho lo que recuerdo ver. Después inspiro profundamente varias veces, tomo varios alientos contra el desaliento y ya siento que vuelvo a recuperar las fuerzas para proseguir adelante, paso a paso, como si las pendientes fueran menos desfavorables y las borrascas menos inclementes.

¿He dicho borrascas, bajas presiones, depresión? ¡Uy, huy, uy, eso ni mentarlo!

Para componer mi aguinaldo de este año ya tengo el relato, que esta vez no es original mío, sino prestado; pero, reconociendo su legítima autoría a un amigo omañés de Valdesamario, Manuel Fernández Mínguez, lo voy a hacer propio, con una versión muy mía, o, mejor aun, muy nuestra, porque sería muy provechoso que me ayudarais a completarlo. También tengo algunas imágenes y me sería muy fácil ponerle unas musiquillas de fondo.

¿Me permitís que os lo ofrezca?

(¡71 añazos ya este menda!)

 

Pero estos recuerdos me suenan extraños ahora. Tenemos la tele delante, con toda su charlatanería, su vocerío y su escenografía sensacionalistas, y también tenemos los teléfonos y ordenadores, y ya no gustamos de las sensaciones sencillas… ¿Me creéis si os digo que, cuando busqué en internet imágenes de aguinaldos, lo único que encontré fueron fajos de billetes, de dinero negro, y cestas de navidad que apestan a soborno? ¡Malditas corruptelas y corruptos! Ya sabemos que esos son traviesos, especialmente traviesos, y se podría dar que se atrevan a alegar atenuantes de infancia y de inocencia para recibirlos. 

 

¿Haréis conmigo uno de esos ejercicios de recuperación?

¿Estáis dispuestos a participar en este juego de “inocentes”?

¡Os prometo que os va a sentar muy bien!

Yo llevo unos cuantos días dándole vueltas en mi caletre a mi tradición de obsequiaros un aguinaldo por Navidad, mi rollo de cada año. Por eso y porque no quiero faltar a la cita de este año, os voy a proponer que echemos todos un gran vistazo atrás y que luego tomemos alientos con fuerza para proseguir con nuevos bríos, como cuando marchábamos “uno tras de otro”.

En años anteriores os he regalado un relato más o menos navideño, ambientado con algún villancico de fondo e iluminado con alguna imagen al caso. Veremos a dónde me termina llevando este año tal revoltijo de ideas.

Prefiero que el aguinaldo no consista en un relato monologado, sino que participéis también vosotros en él, si os apetece, como si nos juntáramos cada noche para compartir una velada amistosa.

¡Os convoco a unas veladas navideñas! A ver si podéis acudir y traéis en el bolsillo alguna cosillina original ¡por favor, que no sean vídeos ni fotos virales del “cópialo y pásalo”, que ya estamos saturados!

Como sé que, si espero a vuestra respuesta, pueden expirar la navidades en silencio, me voy a responder yo mismo que “sí me lo permitís”.

¡Vale, pues!

 

¡Os convoco a unas veladas navideñas!

¡Comencemos!

Pero hoy, no. ¡Mañana, Dios mediante!


Guadarrama, 17 de diciembre de 2017






9.c.2.- La víspera (18 de diciembre de 1850)



Las informaciones que siguen son el resultado de nuestras elucubraciones durante la “velada” del lunes 18 de diciembre de 2017. En los siguientes días irán apareciendo las de las siguientes veladas que realicemos.

A la velada de hoy habéis acudido muy pocos, espero que las siguientes sean más concurridas. En ellas vamos a rememorar los lejanos ecos de nuestras juveniles peleas por la vida y de los  goces inocentes de nuestras más gloriosas ilusiones.

Establecemos como tema principal y modelo para estas navidades el relato - crónica de los hechos protagonizados hace 167 años por tres “predecesores” nuestros. Con ello, además, daremos vida a su memoria.

Los datos originales me han sido aportados por Manuel Fernández Mínguez, viejo amigo omañés natural de Valdesamario, en forma de apuntes para un artículo, con permiso expreso para que los utilicemos en la forma que más nos convenga para nuestras elucubraciones teleenmarañadas. Sus textos aparecerán en cursiva y de color azul.

Se admiten enmiendas y correcciones que iremos aplicando a los textos ya publicados.

En estas veladas serán especialmente bienvenidas las cosillinas que cualquiera de los lectores pueda obtener de su caletre o de sus propias investigaciones, vengan o no al caso. Lo que queremos amenizar nuestras veladas navideñas.

 

El Relato.

Síntesis de los hechos y datos conocidos.

Lugar: Los hechos objeto de esta crónica tuvieron su inicio en Astorga  y transcurrieron de paso por los caminos de La Cepeda con destino a La Omaña, todo ello en la provincia de León.

Fechas: Navidades de 1850.

ProtagonistasTres seminaristas del seminario de Astorga.

  • Restituto Flórez García, de 16 años, hijo de Manuel y de María, natural de Valbueno en El Valle Chico de La Omaña.
  • Francisco Sabugo Rodríguez, de 17 años, hijo de Manuel y Martina, natural de Cirujales en El Valle Gordo de La Omaña.
  • Ramón García Martínez, de 20 años, hijo de Fernando y María, natural de Santibáñez de La Lomba del Campestedo de La Omaña.

Añadiremos, cosecha de nuestra propia conjetura, que Restituto cursaría probablemente el último de los cursos de humanidades, Francisco el primer curso de filosofía y Ramón el primero de teología.

Los identificaremos como "protagonistas" o "predecesores". En términos de mili o de guerra, les llamaríamos "veteranos", "abuelos"...

La víspera.

Dice mi amigo MFMínguez que "...el día 19 de diciembre de 1850 estos tres seminaristas de Astorga se despidieron muy temprano de sus compañeros y tutores para pasar las vacaciones de Navidad con sus respectivas familias."

Pero nuestra experiencia, que podrá ser confirmada o desmentida por investigaciones futuras, nos induce a creer que todo comenzó unos días antes del fijado para la partida. ¿Cuántos días antes? Lo desconocemos. Suponemos que pocos.

Los preparativos se iniciaron con las primeras noticias que confirmaron oficialmente la concesión del permiso para ir a pasar las navidades con sus familiares. Sería algún superior o el rector en persona quien se reservara el privilegio de anunciar tan grata noticia a toda la comunidad: desde el jueves, 19 de diciembre, hasta el miércoles, 8 de enero, no serán días de “docendi”, sino de “vacandi scholas”, por lo que alumnos y profesores podrían pasar con sus respectivas familias las “ferias natalitias”.

El entusiasmo del superior, que disfrutó con la transmisión de una buena nueva tan agradable para su auditorio, fue superado por el de los alumnos y profesores. ¡Qué perspectivas tan prometedores aparecían en el horizonte inmediato de los días y en el escenario añorado de los hogares familiares!

 

Pero...

La carencia de un servicio ágil de correos, teléfonos o telégrafos impidió que nuestros protagonistas pudieran prevenir a sus familiares sobre la fecha y hora de su llegada. También les impidió concertar un punto de encuentro a lo largo del trayecto al que acudieran sus familiares a esperarlos o recogerlos.

 

Tampoco había servicios de transporte establecidos: nada de trenes, ni automóviles, ni diligencias, ni postas.

Ni siquiera había estructuras viarias adecuadas que llegaran más allá de los términos locales: ni carreteras, ni caminos bien acondicionados, ni puentes sobre los ríos. Lo que había eran “infraestructuras”: “roderas de cuartia” en las que a menudo se "atollaban" o “baltaban” los carros, puentes que eran arrastrados por las “llenas” de los ríos y obligaban a los caminantes a cruzar los ríos y arroyos “a ralda” o con “zancas”; "caminos de herradura" que eran arrasados por las arroyadas convirtiéndolos en “sendas de cabras”…

El escaso tráfico transitaba por “caminos carreteros” o “roderas” en los espacios más llanos y más frecuentados, evitando los fondos de valles y los barrancos y "molderas", y por “sendas de herradura” o “caminos de cabras” en las zonas más pendientes.

Otro aspecto preocupante de su intento era el representado por el clima y sus pronósticos. Pero ¿qué podían hacer? Mirar los horizontes, tal sólo, y aplicar las consejas populares:

Si las nubes van p’arriba,
labradores a la cocina.
Si las nubes van p’abajo
labradores al trabajo.
Si las nubes van pa la Ribera,
labradores a la tartera…

Encarnao pa Omaña,
traerá más frío que agua;
encarnao pa León,
traerá más agua que sol;
Encarnao pa’l Teleno,
podrá traer malo o bueno.

Damos por supuesta en el caso de estos nuestros “abuelos” la penuria de indumentaria, ropa y calzado, adecuados para transitar las sendas más agrestes y pendientes en unas fechas de clima previsiblemente desfavorable. En sus pueblos podrían vestir unos “tajones”, calzar unas “engorras” y taparse con un “tapabocas”; pero estas prendas no eran bien vistas en el seminario ni en la ciudad de Astorga.

 

No obstante...

Nuestra propia experiencia nos confirma que el entusiasmo juvenil no se arredra ante las dificultades y que los retos son para ser superados en cualquier tiempo y ocasión por los valientes. Aunque, pensándolo bien, la jornada, en tales circunstancias, se aventuraba ¡verdaderamente comprometida!

También nos dicta nuestra experiencia que los futuros viajeros se agruparían para compartir itinerarios con los que se dirigían a sus mismos destinos y puntos intermedios. Con toda seguridad nuestros tres protagonistas no iniciarían la jornada solos, sino acompañados por otros. En este caso se juntarían con los originarios de La Alta Cepeda y de la Omaña Baja  y juntos acordarían de antemano el horario de salida y la ruta más adecuada.

Veamos el mapa para hacernos una idea del reto que habían de afrontar estos valientes y de las alternativas que se ofrecían para decidir la ruta hacia sus destinos. 



  1. La ruta amarilla, “Cañada de La Vizana”, era la más frecuentada por rebaños y transportes en carros o caballerías entre Astorga y el norte de La Ribera, La Omaña Baja, Babia y Luna hasta los puertos de La Mesa y Asturias. Transcurre por roderas con desniveles menores y mide aproximadamente 47 kilómetros hasta Santibáñez de La Lomba y 59 hasta Valbueno y Cirujales.
  2. La ruta verde, “Camino Ancho de Astorga a Ponjos”, compartía un tramo con la anterior, y servía al tránsito de carros y caballerías entre Astorga y La Alta Cepeda oriental y La Lomba del Campestedo en La Omaña. Transcurre por roderas, con un tramo por sendas de herradura y grandes desniveles entre El Sierro de La Matona y Los Rasos de La Lomba. Mide 41 kilómetros hasta Santibáñez de la Lomba, y 53 hasta Valbueno y Cirujales.
  3. La ruta azul, “Camino de Astorga a Murias, El Valle Gordo y Laciana”, transitaba por caminos carreteros a lo largo del valle de La Cepeda y por un tramo final de senda de herradura con fuertes desniveles entre El Sierro de Pozo Fierro y Los Rasos de La Lomba. Mide aproximadamente 42 kilómetros hasta Santibáñez de La Lomba, 47 hasta Cirujales y 54 hasta Valbueno.
  4. La ruta negra, ”Camino de Astorga a Ponjos”, variante de la ruta azul,  con una desviación desde Sueros por La Veguellina, Castro y Villarmeriel, que la conecta con la ruta verde en dirección a Ponjos. Tiene distancias apenas más cortas que la ruta azul.

A pesar de las dificultades, la edad de los tres viajeros era tan impetuosa y su deseo de disfrutar la estancia navideña en sus hogares era tan anhelante que no sintieron la menor indecisión para acometer el traslado lo antes posible. A favor de su decidida voluntad, contaba, sin duda, la experiencia en semejante jornada que, dada su edad, ya habrían superado más de una vez en ambos sentidos, entre Astorga y sus pueblos de origen.

Pero no dejarían de tomar ciertas previsiones para aprovisionarse y, tal vez, para tratar de localizar la compañía de algún carro o caballería por la ruta que iban a seguir.

Desconocemos pues, por el momento, la ruta que eligieron, pero sabemos que decidieron partir el jueves, 19 de diciembre, antes de clarear. También sabemos qué distancias tendrían que recorrer y debemos considerar que la velocidad de marcha para una caminata tan larga, según los parámetros de los expertos, los iba a obligar a caminar, a paso vivo, durante unas 10 horas, como mínimo.

 

¡Dejémoslos pues que partan enhorabuena! 

Nosotros continuaremos el relato en sucesivas veladas, al amor de la lumbre de nuestros confortables hogares.


Telemarañas, 18 de diciembre de 2017.

 



Apéndices:

Diccionario de Habla Leonesa y Cepedana

Mapas del Instituto Geográfico Nacional

Descripción de La Cañada de La Vizana


 


9.c.3.- La partida (19 de diciembre de 1850)


 

El relato (continuación).

Síntesis de los hechos y datos conocidos sobre esta jornadaNo tenemos por el momento constancia de ningún detalle correspondiente a la jornada que vivieron el día 19 nuestros protagonistas; pero no podemos dejar el relato sin sus justos contenidos, por ser muy importante para nuestra crónica. Conste, por tanto, que  todo lo que sigue es producto de nuestras elucubraciones durante la velada de hoy, a la que sí han comparecido algunos contertulios, aunque menos de los esperados. Esperemos que los demás no se hayan entregado al despilfarro pródigo de sus pensiones.

Lugar: Sí podemos anticipar que en etapas posteriores se constatará que en esta fecha nuestros protagonistas hicieron una larga marcha por caminos de La Cepeda, después de salir de Astorga en dirección norte. Pero ni hoy ni en próximas jornadas encontraremos, por lo que yo sé, constancia de cuál fue el itinerario seguido. En cambio, en esta materia, sí da mucho de sí la experiencia de los veladores de hoy, incluido este inexperto amanuense. 

Fecha: Jueves, 19 de diciembre 1850.

Hora: Comenzó la jornada antes de clarear, cuando Las Tres Marías se "escolingaban" ya hacia Galicia, y duró ¡lo que no está escrito!

Protagonistas: Tres seminaristas del seminario de Astorga.

  • Restituto Flórez García, de 16 años, hijo de Manuel y de María, natural de Valbueno en El Valle Chico de La Omaña.
  • Francisco Sabugo Rodríguez, de 17 años, hijo de Manuel y Martina, natural de Cirujales en El Valle Gordo de La Omaña.
  • Ramón García Martínez, de 20 años, hijo de Fernando y María, natural de Santibáñez en La Lomba del Campestedo de La Omaña.

Yo elucubro, tú elucubrarás..., elucubremos todos:

Era muy de madrugada en Astorga, tanto como en el resto del planeta Tierra; pero parecía que allí le costaba más despuntar al día por tanto frío como hacía, por el silencio sobrecogedor que reinaba en la atmósfera y por la profundidad de la noche (¿qué iluminación pública existía?) .

Tan pronto comenzó a clarear, nuestro veterano Ramón salió del seminario, ya ataviado y aprovisionado de lo mínimo imprescindible para acometer la larga caminata; se dirigió a las "posadas de externos" en que se alojaban sus dos compañeros y paisanos, Restituto y Francisco, que también lo esperaban con parejo atavío, y emprendieron de inmediato la marcha, a paso vivo, saliendo de la ciudad amurallada por Puerta Hierro. 

En pocos minutos dejaron atrás el lienzo norte de la muralla y todo el extrarradio de El Melgar, donde las praderas de "mielgas" y cadillos aparecían rociadas de escarcha, apenas visible. 

Al superar la loma de Los Chapines en el camino de La Cepeda, vieron asomar por el frente las frondas deshojadas de los alisos y “choupos” que escoltaban el curso del río Tuerto. (A ver, amanuense, ¿en qué quedamos? Si estaban deshojadas, no eran frondas, serían más bien ramacial. ¿No crees?). Allí volvieron la vista hacia atrás, durante un instante, para apreciar la silueta, borrosa entre la bruma, de la ciudad todavía dormida, sobre la que no consiguieron divisar el posible saludo de despedida de Pedro Mato desde lo alto de la catedral cojitranca.

 

 

El itinerario.

En este apartado surgen las primeras discrepancias durante la velada. A falta de constancia expresa, cada uno de los que opinamos nos inclinamos, guiados por las propias experiencias, a elegir una de las alternativas de itinerario, que, siendo todas y cada una, sin duda, posibles, requieren ser sometidas a contraste, sin descartar ninguna:  

  • Dice MFMínguez: “Tomaron el camino más corto y seguro, sin puentes ni ríos caudalosos, la Rodera Asturiana. Después del mediodía llegaron al término de Las Encruciadas, a un kilómetro por encima de Murias de Ponjos”. Esto significa que, según él, siguieron la ruta azul, a lo largo de todo el valle de La Cepeda.  Es una ruta que puede ser recorrida a pie o a caballo en cualquier estación del año, pero no en carro durante el invierno. Ofrece la ventaja de que podían buscar socorro en nada menos que doce pueblos para cualquier percance que les afectara, incluyendo los climáticos, los alimentarios, los accidentales, etc. Las dudas aparecen cuando se entra a los detalles: ¿“el camino más corto y seguro, sin puentes ni ríos caudalosos”? El río Tuerto se suele desbordar con las lluvias, nevadas y deshielos; ¿“llegaron a Las Encruciadas después de medio día”? Si las mediciones de los mapas no engañan, habrían recorrido ya 30 kilómetros, incluyendo la ascensión de un desnivel de casi 400 metros desde Quintana del Castillo a las Encruciadas, lo que supone un tiempo mínimo estimado de siete horas de marcha sin descansos. Mas este pero no pasa de plantear meras dudas, porque nosotros sí consideramos a nuestros veteranos capaces de superar tamaña hazaña y todo lo que hubiera de sobrevenir después.
  • Otro predecesor nuestro, preclaro él, Germán Suárez Blanco, altocepedano de Villarmeriel, término por el que hubieron de transitar nuestros protagonistas, sugiere una variante al itinerario de esa misma ruta, el trazo negro, que consiste en una desviación desde La Veguellina, por Castro y Villarmeriel para conectar con la ruta verde hacia el alto de Valrretuerto - Valdecarro y Ponjos. Reduce un poco la distancia y el porcentaje de desnivel y reviste la credibilidad de que goza del magisterio de Germán en la tradición y cultura locales.
  • Yo reconozco como altamente razonable esta segunda opción, más aún que la primera, pero tengo razones, más sentimentales que lógicas, para no descartar un tercera, la ruta verde: por ser la más transitada por las caravanas de carros y caballerías en el trajín de urces, carbón vegetal, leñas, lana, lino, miel, cera, huevos, jamones, cecinas, embutidos, patatas, paja, centeno, trigo... y estudiantes y soldados; por asentarse sobre terrenos bien drenados, libres de cauces de ríos y arroyos; por recorrer el terreno más llano y con menores porcentajes de desnivel; y por mi tendencia a volver a las sendas de mis andanzas (“En la Venta La Perdiz / que te den un sorbocaldo, / porque padeces del pecho / y te ha dado un resfriado”).

Habría argumentos para defender cualquiera de las vías propuestas y nada nos obliga a realizar la elección de una y el descarte de las demás por el momento.

 

Prosigamos la marcha.

Más allá de Carneros, bajo el puente de Sopeña, el río Tuerto dormía todavía entre dos márgenes de escarcha con su único ojo iluminado por el primer sol oriental, casi rastrero. Ni siquiera las tiritonas truchas rebullían en la superficie. Bajo las ramas colgantes de los salgueros asomaban tenues remansos de hielo cristalino salpicados de hojas mareadas. Este era el puente más importante que nuestros abuelos iban a encontrar en su ruta. No era el actual puente de hierro, construido después de 1900, sino uno anterior, versión enésima del que solían derrumbar cada año la grandes riadas del otoño y de la primavera.

Nuestros ilustres viajeros comentarían, sin duda y al paso, sus recuerdos de excursiones y baños en La Forti y de sus meriendas en La Peña de Santiago, donde aparecen las supuestas impresiones ferruñosas de las herraduras del caballo de Santiago “Matamoros”. (Oye, niño, ¿me sabrías decir de qué color era el caballo blanco del Patrón Santiago?)

 

La Forti (Peña de Santiago)

Impresiones

 

En el supuesto de que hubieran decidido subir a los páramos de “Chanolera” para seguir el Camino Ancho de Astorga a Ponjos, coincidente hasta más allá de La Venta de La Perdiz con la Cañada de la Vizana, se montarían o agarrarían a los taronjos de algún carro para aprovechar el tiro de los bueyes que bafareaban su fatiga gris de la cuesta, mientras los aros de las ruedas rechinaban sobre las piedras sueltas en su lento circular por las roderas rojizas.

Horas después alcanzarían "La Venta de La Perdiz", haciendo, tal vez, un alto momentáneo para reponer fuerzas y, más adelante, se apartarían a la izquierda en la bifurcación hacia Ferreras de la Cañada de La Vizana y sobrepasarían la Laguna Gallega, sin dejar de otear las cimas del Sierro de Pozo Fierro, por cuyos collados habían de superar el primer cordal de la Sierra de Gistredo en dirección a su destino.

Su atención y su mirada aprensiva habían comenzado a pasar de hito en hito de las nubes grises más bajas a las nubes negras más altas que parecían deslizarse pendiente abajo en busca de la abrigada de las cimas, mientras las rachas de un viento cortante hacían brotar lágrimas saladas de sus ojos. (“Oye rapacico, ¿gústante los mocos? ¿Están ricos? Parece que no paras de sorber". / "No, no me gustan nada los mocos. Éstas son lágrimas que lloro por las narices y saben saladinas”). 

En el supuesto de que hubieran optado por subir por el valle de La Cepeda, cruzarían de seguido, arrimados a la ladera de solana, los pueblos de La Carrera, Fontoria, Quintana de Fon, Cogorderos, Villamejil y Castrillos. En Sueros harían un alto, porque, siendo cabeza de municipio y sede de mercado semanal, encontrarían fonda para recuperar fuerzas con un frugal refrigerio acomodado a sus pobres bolsillos de los cuartos. Allí les preguntarían cuáles eran su destino y su itinerario y, después de escuchar su respuesta, no faltaría el sensato comentario e algún parroquiano: “¡Ay mocicos, llevades un camino muy pindio pa un tiempo tan fosco!

Ellos hubieron de seguir, un pelín fatigados ya; bien por La Veguellina, Castro y Villarmeriel; bien por Abano y Quintana del Castillo, para acometer el primer envite crítico, cuesta arriba, hasta coronar el collado de Castrillón (1450 m) o el de Valrretuerto - Valdecarro (1400 m) según hubieran elegido la opción hoy sugerida por MFMínguez o la sugerida por GSBlanco.

 

 

Fuera cual fuese la opción que eligieron, nos consta que franquearon el sierro, tenemos indicios de que el clima era ya más que “tiempo fosco” y, dadas las horas transcurridas, suponemos que bajaron con prisa, lo más rápido que pudieron, por el abesedo agreste hacia el valle de Valdesamario, posiblemente con la cabeza decaída y terciada contra la nevisca de agudas falispas, aunque levantando su mirada de trecho en trecho para observar la senda en la distancia y para mostrar su brava decisión de seguir y seguir, sin pausa. Esas prisas en la cuesta abajo, luego, habitualmente, se pagan en dolor de piernas.

 

 

Desconocemos si iniciaron la subida del siguiente cordal por la senda del Arroyo Valdeponjos o por la del Arroyo Candanedo. En cualquier caso tiraron cuesta arriba por unas duras pendientes en busca de los rasos de La Lomba del Campestedo.

 

Y ahí los dejamos hoy. Pero no los olvidamos. De alguna forma estamos decididos a seguir con ellos.

¡Dios les de buen camino y mejor destino!

 
Telemarañas, 19 de diciembre de 2017, martes, (san Abrán, san Amón, san Bayulo… san Ursicino, san Zenón… santa Pensión y santa Extra)



Apéndices:

Historia de la M. N. L. Y B. ciudad de Astorga


La Forti (Sopeña/Carneros)


 


9.c.4.- Impás (20, 21 y 22 de diciembre de 1850)



El relato (continuación).

Síntesis de los hechos conocidos. Nuestros predecesores salen caminando el día 19 de diciembre de 1850 de Astorga hacia La Omaña para pasar con sus familias unas vacaciones de Navidad. Cuando llegan, a primera hora de la tarde, a la altura de los Rasos de La Lomba del Campestedo se origina una ventisca de nieve y, luego, silencio, sin más noticias de ellos durante tres días.

LugarIncierto, entre el valle de Valdesamario y los rasos de La Lomba del Campestedo.  

FechasViernes, 20, sábado, 21, y domingo, 22 de diciembre de 1850 

HoraNoche y día de tres días enteros.

Protagonistas¡No tenemos protagonistas! ¡Ramón, Francisco y Restituto, han desaparecido!

 

 

Yo velo, tú velas…, velemos todos:

¡Una velada de tres días! ¡Madre, qué sueño! Se hace tan dura como una caminata interminable. Ni siquiera en la mili se hacían guardias o imaginarias de tan larga duración.

La iniciamos anteayer y 72 horas después todavía no conseguimos darle fin. Esperemos que nos lleve a algún buen remate.

Habíamos llegado a última hora del día 19, acompañando a nuestros predecesores en otra dimensión del tiempo y en otras dimensiones del espacio, hasta el valle de Valdesamario en medio de un tiempo fosco y trotando caminos muy pindios p’arriba y p’abajo.

Habíamos empezado a compadecer sus dolores de piernas, su fatiga, sus escalofríos y sus sinsabores (degustando también nuestras lágrimas saladitas por la nariz), pero también nos hinchaba el pecho su bravura, al asaltar pendiente arriba y en medio de una incipiente y cruda nevisca, las primeras rampas de las sendas que los habían de llevar, por entre bidulinas, fueyos y torganales, a las cuerdas cimeras de los rasos de La Lomba: hasta Andarraso o Rosales y, luego, a Santibañez de La Lomba, donde conjeturamos que tenían la intención de poner fin a aquella larga y dura jornada, acogiéndose al calor del llar y de la familia de Ramón, saboreando una reconstituyente prueba del reciente sanmartino, unas gruesas rebojas de pan con mantequilla o requesón, unas migas azucaradas y unos reconfortantes trinques de leche o de vino con miel.

 

 Posible itinerario previsto

 

Mas…

A esta hora, 72 horas (y 167 años) más tarde, rematamos una nueva velada trigémina sin noticia alguna de su paradero. La única noticia trascendente y constatable yace sobre el suelo de toda La Omaña, en forma de una manta blanca y profunda que cubre toda la superficie visible, ocultando plantas de pradera, jeijos, arbustos y animales montesinos; tan sólo las copas de los árboles y los crestones de peñascos sobresalen de los trabes.

La tormenta repentina de nieve se había descolgado de las cumbres del noroeste (Nevadín, Tambarón y Suspirón) arrastrada por una bufa endemoniada.

En los pueblines omañeses, recogidos bajo las espadañas de las iglesias, nada ni nadie parece rebullir.  Y nadie parece conmoverse tampoco por este susto nuestro en el resto del universo mundo, al menos de momento.

¿Por qué es así? ¿A qué razones obedece esta parálisis?: Ni nuestros predecesores han aparecido en Santibáñez ni en ninguno de sus hogares de destino, ni sus familiares han dado la voz de alarma, desconocedores, con toda probabilidad, de su intento de llegada, ni otro viajero alguno ha comentado ningún encuentro con ellos.

Nosotros y el tiempo sí estamos en impás. En impás, ni impávidos ni impasibles, a la espera de acontecimientos o novedades o de algo que llevarnos al ánimo. A la vez estamos sobrecogidos, alarmados, pero no queremos alarmar ni tocar las campanas a rebato, como sería tal vez aconsejable, para organizar su búsqueda con la ayuda de todas las almas y de todos los perros de todos los pueblos a lo largo y ancho de todos sus presumibles itinerarios.

Tampoco sabemos qué podemos ni qué debemos hacer con esta simpatía que sentimos tan hondamente desde nuestras residencias desparramadas y lejanas en el espacio y en el tiempo.

Estamos seguros de que debemos alargar nuestra velada y manteneros informados y prevenidos, por si tenemos que convocaros a salir en su búsqueda. Tened aviados el cerrón con la merienda, el mastín con las carrancas, los tajones, las engorras, el tapabocas, el cayao y unos paízos untados con sebo por si hay que salir a esgape.

 

Llaman a la puerta. ¿Quién será tan a deshora? Abre, anda,  que fuera hace una bufa que pela.

Y va y aparece (algo intempestivo, como siempre, aunque en buena hora) un Almanza virtual, filosofante, abrasado de afectos y de entusiasmo enmarañado, cargado de memorias y con alguna cosillina en la fardela carraquera para sacarnos de este decaimiento que nos tiene aburridos.

Apartemos pues, por un momento, las angustias del presente y del pretérito pluscuamperfecto para gozar de su grata compañía:



¡Feliz Navidad, Telemarañas y telemaraños!

Recién acababa de enchufarme a Telemarañas con un bolígrafo y un folio, cuando me dio por abrir el buzón por si encontraba en él algún hilo de inspiración para mi felicitación navideña, y allá que descubrí en un rincón del mismo tu primoroso cesto de aguinaldo. Viéndolo, Herminio, nadie diría que este año León ha sido un desastre de producción, porque los preciados frutos que hay en él se desparraman sobre los bordes y ruedan generosamente hasta las mesas de los de la familia del 59. Modificando ligeramente la consabida sentencia, podríamos decir que "ex abundantia cordis loquitur cestus", un cesto incapaz de contener tanta abundancia de amor.  

Hablando de familia…

 

 

Me imagino que muchísima gente no podrá celebrar la Navidad, sencillamente porque no tienen con quién o porque no tienen dónde. Nosotros afortunadamente somos una amplia familia, muy dispersa, eso sí (Cataluña, Canarias, Andalucía, Galicia, Asturias, Madrid, León...), y además tenemos un hogar donde poder celebrarla, un hogar que ha estado bajo la amenaza del desahucio definitivo, pero que gracias al tesón y al empeño de algunos miembros, ha sido recuperado para todos. Decidme si no es motivo de felicitación que la recuperación del hogar Telemarañas se haya producido precisamente a las puertas de la Navidad para poder albergar el calor de la familia dispersa. Sin duda, el mejor aguinaldo. 

Me traslado por un instante a la Palestina amurallada, asediada, devastada, y pienso en tanto hogar convertido en ruinas, en tanta familia desmembrada, en la violencia colonizadora que no cesa; y me imagino a la Sagrada Pareja -camino de Belén- viéndose atrapada en un checkpoint del ominoso muro, y a María llorando a causa de las contracciones en medio de un interrogatorio interminable, y teniendo que dar a luz entre fusiles. Sólo de pensarlo da dolor, por eso procuramos no pensarlo. Pero lo cierto es que la estirpe de Herodes no ha desaparecido todavía.

 

Ahora bien (mejor dicho: mucho más tarde y no demasiado bien) mandó por mensajero esta posdata:

Me imagino que a estas horas el gallo cepedano, tras saludar al día, se habrá dado ya una vueltecica por el nial con el fin de comprobar si alguna pita madrugadora se ha pasado por allí para depositar su óvulo como contribución a la propagación. Y siendo así, efectivamente habrá comprobado que "la pita ciega" ha puesto un huevo, ha puesto dos, ha puesto tres... Esperemos que no los haya puesto "ralos", aunque sólo sea para no frustrar las muy nobles aspiraciones del gallo.

Herminio, quiero que hagas una pequeña corrección en el tercer verso del Re-Nacimiento: en lugar de "tu ojo" vamos a poner "el ojo", que creo que pega mejor. Es lo que pensaba poner desde el principio, pero ya sabes, el trasnueche suele traer estos traspiés.

Un abrazo fuerte y Felices Fiestas.

Yo dentro de unos momentos emprenderé rumbo a Pamplona para pasarlas por allá. Vale.


Él sabe que debió decir "valete". Como no lo dijo, lo digo yo por él: Valete!

Y aclaro: Me pilló con el pan ya en el forno, pero lo arreglaré de inmediato para que, al desenfornar, no aparezca jatiao. Quitaré la tapa de los cantales, sacaré con el cachaviello el maragatín, le quitaré, sin mancarlo, el “tu ojo”, que tiraré para la cernada de la fornigüela, le pondré “el ojo” como mejor pegue, lo acostaré sobre la primera lloriega y rezaré de nuevo, con un recuerdo especial para nuestros compañeros de antes y ahora, las partes que recuerdo de las imprecaciones rituales para después de enfornar: 

 “Pan en el horno, Dios sobre todo.

Señor que nos sacaste de los peligros del día, líbranos de la tinieblas de la noche.

… Por los caminantes de mar y tierra, cautivos y encarcelados, para que Dios los traiga en paz a sus casas;  por la salud de los enfermos y por la nuestra, oh Dios, si nos conviene...”

 

 

Re-Nacimiento

(Dedicatoria a Telemarañas)


Cuando ya todos te dábamos por muerta
y el velatorio estaba a punto de estrenarse,
el ojo receloso nos hizo de repente
un guiño entre burlón e irreverente.

La parte de la familia allí presente
nos miramos nerviosos un instante,
al verte "apitañar" tan mansamente,
pero pronto pudimos darnos cuenta
de que había mucha vida por delante.

Nos fundimos en un abrazo con la muerta,
nos subió la emoción a la garganta,
nos miramos de nuevo alborozados
y jubilosos gritamos en cascada:
¡larga vida a la Resucitada!
 

I. Almanza R.


 

Seguiremos velando:

Antes de acostar nuestros desvelos a dormir, echamos un último vistazo hacia las sendas, por ver si teníamos la suerte de columbrar el caminar incierto de nuestros viajeros.

 


No hubo suerte.

¿Seguirán en camino? ¿Por dónde? ¿Hacia dónde?

Nosotros seguiremos tele-transfundiendo nuestras fuerzas hacia sus cuerpos y sus voluntades.

 

¡Que sigan con Dios!

Telemarañas, 22 de diciembre de 2017.


 

 


9.c.5.- Impás de 23 de diciembre de 1850



El relato Nuestros predecesores salen caminando el día 19 de diciembre de 1850 de Astorga hacia La Omaña para pasar con sus familias unas vacaciones de Navidad. Cuando llegan, a primera hora de la tarde, a la altura de los Rasos de La Lomba del Campestedo se origina una ventisca de nieve y, luego, silencio prolongado, sin más noticias de ellos durante cinco días.

Síntesis de los hechos conocidos el 23 de diciembre de 1850Silencio prolongado, sin noticias.

LugarIncierto, entre el valle de Valdesamario y los rasos de La Lomba del Campestedo.

FechaLunes, 23 de diciembre de 1850.

HoraNoche y día.

Protagonistas¡No tenemos protagonistas! ¡Los nuestros, Ramón, Francisco y Restituto, siguen desaparecidos desde la noche del jueves, 19 de diciembre de 1850!

 

Yo velo, tú velas…, seguimos velando:

¡Un día más! ¡Y otra noche! Y seguimos velando, encerrados en el silencio ambiental y en nuestro silencio interior, con los bártulos preparados por si nos convocan a correr.

El quinto día pasa eterno, sin noticias, sin nada que hacer ni nada que decidir. No nos apetece hablar ni celebrar fiestas. 

Fuera, allá arriba, en aquellos días, en Santibáñez de La Lomba y en todos los pueblines de La Omaña, gotean los chupiteles colgados de techos y tejados, contando el tiempo gota a gota, mientras los perros se aburren o impacientan, oteando con mirada triste los horizontes, como si esperaran algo que no llega. Estos mismos perros inician cada una de estas noches un leve coro de latidos, indeciso, desesperado.

Parece que algunas madres empiezan ya a revolver su carácter, movidas por una angustiosa ansiedad, exigiendo una salida a su impaciencia de los atardeceres. Mientras tanto, los padres sostienen una mirada impotente, baja, insegura, aguardando los amaneceres. 

Aquí, fuera también, en toda nuestra diáspora y en estos días de hogaño, la estación parece impropia del calendario por su clima cálido y despejado, desesperadamente seco, que empuja a las lagartijas a asomar desde sus miradores y apretarse contra las rocas soleadas tan pronto se retira la helada pelona.

Aquí no sabemos qué hacer. Llevamos un sinvivir raro, hasta apreciamos menos las felicitaciones que insinuamos en voz baja. Esta marca del sufrimiento es una elección propia y, en buena lógica, sería injustificable, como el hecho de querer conocer personalmente a Ramón, Francisco y Restituto, de recrearlos en forma de avatar para incorporarlos al panteón de nuestros amigos. Pero se justifica porque nosotros sí sabemos lo que sus familiares ignoraban hace hoy 167 años: que habían salido de Astorga hacia sus domicilios omañeses y que, perdidos al anochecer del día 19 de diciembre en medio de una repentina y copiosa tormenta de viento y nieve, no habían llegado a ninguna parte 96 horas más tarde.

Aquí, no obstante, abrimos la puerta a los amigos con más apetencia que nunca de esperanzas o de abrazos.

Por eso nos alegra hoy la llegada, ya anunciada y muy esperada por cierto, de nuestro pregonero angélico, Ángel Pérez, experto en risas y amistades.

¡Adelante, rapaz! Ponte cómodo y

cuenta, cuenta… que, contando,

se aligera la mochila,

con las musas se espabila

y se camina cantando

(VíctorR)

 



La amistad está viva

Navidad 2.017

Y, si hablara el claustro

Y, si hablaran los patios

Y, si las barandillas de las escaleras hablaran.


Y, mira tú por dónde, por iniciativa de unos pocos y el interés de otros muchos, aquellas puertas grandes se volvieron a abrir.

Y, tras ellas, con paso lento, vestido de arrugas y con la alegría desbordante de antaño, apareció el compañerismo.


Y el silencio habló

Y recordó:

Que, en los pupitres de al lado, tomaba asiento el compañerismo.

Que, en el bullicio del patio, chillaba el compañerismo.

Y que, en la clase de latín, en la clase de matemáticas, percibías, siempre con gesto afable, el apoyo del compañerismo.

Y que el compañerismo carcajeaba, sotana al cuello, deslizándose sobre las barandillas de las escaleras en Astorga.

Y que el compañerismo jugaba al fútbol en los campos de la plaza de toros.


Y, de tanto usar el compañerismo, en la adolescencia brotó la amistad, repleta de intimidad, inseparable, auténtica, cargada con fardos llenos de secretos de juventud.

Y en los paseos de los domingos por la tarde, desde Astorga a San Justo de la Vega, se mostraba al amigo el rostro feliz de esa amistad.


Y en la clase de literatura aprendimos a jugar con las palabras y a entender que metáfora es el sabor complaciente que produce la lectura.

Y en las clases de música medía el compás el compañerismo y solfeaba sin desentonar la amistad.


Y hubo un tiempo, largo tiempo (en algunos casos 40 años más o menos), en el que esa honorable amistad se aletargó.


Pero, insisto, por iniciativa de algunos e interés de muchos, a nuestros sesenta y… despertó el compañerismo, revivió la imperecedera amistad.


Con el deseo de que estos pensamientos os regalen algún grato recuerdo.


¡Feliz Navidad, compañeros!

¡Amigos, feliz Navidad!


ÁngelP.

 


 

- Me decías, Ángel, que tú no recuerdas veladas de tu infancia ni cosillinas. ¿Qué hacíais en tu casa las noches tan largas del invierno después de la cena y hasta la hora de iros a dormir?

- Sí hacíamos reuniones, limitadas a la familia, con algunos de mis tíos; pero nada de esos fiestorros que tú mencionas como veladas. Y las cosillinas tampoco.

- A ver si recuerdas éstas: “¿Cuánto valen siete naranjas y media, a peseta y media la naranja y media?”. “¿Por qué la gallina pica la sartén?”. “¿A qué vuelta se echa el perro?”. “Llarga, llarga como una soga y tiene unos dientes como una lloba”.

- Ya. Acertijos. 

- Así es. Acertijos. Nosotros también considerábamos “cosillinas” otras cosas de broma como éstas: “A mi puerta llegueste y estornudeste, si yo estabay dentro, ¿por qué no entreste?”. “Fierra las madreñas altas, mocina qu’eres pequeña; tienes mucha vanidad, no sabes dónde ponerla”. “El burru-l tou padre, Dios lo bendiga, corre más cuest’abajo que cuest’arriba”. “Detrás de los burrus vais los gañanes ¡vaya paso llevades los animales!”. “¿Por qué te sequeste, demonio palero? ¿Por qué te sequeste al pie del reguero?”. “La novia que quieres, subida a un cerro,  por decir “vida mía”, dijo ¡borrego!”. “A tu puerta me cagué, pensando que me querías. Ahora, que ya no me quieres, dame la mierda, que es mía”.

- Ya. Coplas. Eso son coplas, muy conocidas. Sí.

- Ya veo que no estás d’afuega. ¡Ya te olí yo! Y eso que habías dicho que éste era año de reirse. Tú no eres así. ¿Qué pasa, que te afecta lo de estos compañeros que tenemos desaparecidos?

- Sí que me afecta. Para mí el compañerismo y la amistad son cosas sagradas. Ya sabes: “la marca”.

- Sí que lo sé. Nos pasa a todos. Esta Navidad está siendo triste, más todavía con esta noticia.

Para terminar contigo, me gustaría recordar aquel "Recado de Navidad" que había compuesto y nos recitó don Gregorio el día de Santa Lucía de 2013 a los postres de una velada en mi casa de Ferreras en que estabais tú, Celedonio y Natal. ¡Recordemos!

 

RECADO DE NAVIDAD

Gregorio Rodríguez Fernández

(Ferreras. Santa Lucía. 2013) 

 

1.  Vuelve –y nosotros nos vamos-

la ilusión donde solía,

el músico a su armonía,

el amor a sus reclamos…

Sin duda, todos buscamos

reforzar nuestra amistad,

que es mala la soledad

cuando hay ángeles de espuma.

Dios es niño, sigue y suma:

claridad más claridad.

 

2.   Otra vez –gira la rueda-,

cumple años la ternura.

Inscrito en forma y figura,

pasa Dios, ¡pero se queda!

Otra vez la luz se enreda

en las pajas de Belén

y en misterioso vaivén

nos trae y lleva la vida

de saludo a despedida

y ¡sigue rodando el tren…!

 

3.    Otra Navidad regresa

y es luz que el corazón ama,

pasa el tiempo, arde la llama,

vuela la vida en pavesa...

Nos sentamos a la mesa

de todas las navidades

y hablamos de otras edades,

de los amigos queridos,

y oímos viejos latidos

de amores y soledades.

 

4.    Traemos a la memoria

el gran acontecimiento

que da esperanza y aliento,

año a año, a nuestra historia.

¡Para Dios sea la gloria,

para los hombres la paz!

Os deseo de verdad

que cual pastores seáis

y con los vuestros tengáis

una feliz Navidad.

 

Seguiremos esperando.

 

Seguiremos asomando a las sendas de entonces, a las que anduvieron sus pasos perdidos, ahora más inciertas porque han sido repobladas por el matorral y los arbustos.

 

 

¡Que Dios los lleve en paz a sus casas!

 

Telemarañas, 23 de diciembre de 2017, 24 horas antes de Nochebuena.



 


9.c.6 - Impás de Navidad


 

El relato (continuación).

Síntesis de los hechos conocidosNuestros predecesores salen caminando el día 19 de diciembre de 1850 de Astorga hacia La Omaña para pasar con sus familias unas vacaciones de Navidad. Cuando llegan, a primera hora de la tarde, a la altura de los Rasos de La Lomba del Campestedo se origina una ventisca de nieve y, luego, silencio prolongado, sin más noticias de ellos durante seis días.

LugarIncierto, entre el valle de Valdesamario y los rasos de La Lomba del Campestedo.

 

FechasMartes, 24, Nochebuena, y miércoles, 25 de diciembre de 1850, Navidad.

HorasDía y noche.

Protagonistas. ¡Seguimos sin protagonistas! Los nuestros, Ramón, Francisco y Restituto, siguen desaparecidos desde la noche del jueves, 19 de diciembre de 1850. 


 

Yo velo, tú velas…, seguimos velando:

La Omaña y La Cepeda Alta eran en los tiempos de antaño tierras de pastores. En tierras de pastores los días festivos, como los de Navidad, son festivos sólo a medias, porque no se puede abandonar a los rebaños. 

Habitualmente los montes y valles bullen y laten todo el día en las jornadas de Navidad con el balido de los recentales que esperan en las cortes y los de sus madres que los echan en falta mientras triscan por el monte. Sin embargo estos últimos días La Lomba entera emite un silencio casi inalterable. Los rebaños permanecen encerrados en los apriscos, a la espera de que el sol del mediodía consiga derretir la nieve, y entretienen su hambre ramoneando los fuyacos que cuelgan en las cortes.

Durante la espera, los pulsos vitales siguen su cadencia y a varias ovejas les llega el momento de parir. 

Estos días de Nochebuena y Navidad hombres y niños han de cuidar el ganado. Todos los rapacines de La Omaña tienen las tareas tasadas: cebar los ganados menudos (corderos, ovejas, cabritos y cabras) dos veces, por la mañana y por la tarde, con unas forcadas de heno, que deben mesar con el garabito en el pajar, y unas cestas de berzas picadas, espolvoreadas con unas murciadas de harina del escriño de la panera. También les deben colgar de las vigas del aprisco unas cuantas ramas de fuyacos de roble para que entretengan sus dientes y su hambre royendo las hojas y los troncos menudos.

Cada feije de fuyacos nuevo sustituye a otro ya triscado, que es llevado al portal para picar sus seroyos a machetazos. Con los palines resultantes, con unas gabillas de urces, con unos brazaos de rachones de roble y con unas cestas de tuérganos, también picados a golpe de machao, se atizará todo el día y toda la velada la lumbre del llar para “calentar al Niño Jesús” que ha de nacer esta noche (y de paso compartirán el mismo “amor de la lumbre” todos los moradores de la casa). 

A la vez que recogen las urces, los mismos niños irán seleccionando, para utilizarlos de aguzos, sus troncos más regulares, del grosor de un dedo aproximadamente, y los más retostados por las inclemencias. Encendidos por un extremo y espabilándolos, desprendiendo la parte ya quemada, les servirán para iluminar la casa y economizar velas y otros combustibles, y para jugar al mismo tiempo, pasándose de unos a otros el aguzo encendido hasta que se apague (pierde el juego en que tenga en la mano el aguzo en el momento de apagarse mientras recita la cantinela):

“Al gato Melendrigue ¿quién me lo comprarigue?
Si el gato muere, cargádmelo bien de fuerte.
¿De qué fuerte?
De palo y piedra.
Vivo te lo doy, muerto me lo darás, tú lo pagarás".

Los mismos rapacines han de desoriciar unas cuantas castañas y engarriar al desván para bajar peras y manzanas. Con todo ello llenarán el cestín del avituallamiento para la velada. 

Otra tarea que les puede exigir una especial habilidad es la de atrapar el gallo líder del corral, que será sacrificado para la cena de la familia. 

El mejor gallo del año
se cena en la Nochebuena.
El nuestro no lo cenemos
porque s’escondió en la leña.

 Pandereta sonajera,
yo te tengo de romper,
qu’en la ronda de mi novia
no quisite sonar bien.

Además recibirían encantados el aviso, si se producía, para correr a recoger el aguinaldo de casa de los padrinos y abuelos.

El tiempo restante, tiempo libre, lo consumirían en localizar y acondicionar, junto con sus amigos, las mejores resbaletas de hielo para competir en velocidad y equilibrio, cuidando mucho de no llevarse un buen justrazo. Si salían indemnes y triunfaban en el desafío durante mucho rato, tenían muchas bazas de ganarse unos sabañones de campeonato para sus orejas, manos y pies, premio cuyo comezón iban a tener presente cada hora de la velada y les iba a dar bastante que hacer para manterlos comvenientemente rascados. 

Por su parte, las mujeres, mozas y rapacinas, además de atizar la lumbre, surrascar el rescoldo y aviar las comidas, tratarían de hacer que lucieran las fiestas, adornando el “Ramo de Navidad” y entonando los cantares del mismo. 

Si la duración de la hornada anterior lo hacía coincidir, amasarían una nueva hornada de pan y, en lugar de un par de hogazas, harían un par de tortas de chorizo y tocino y un maragatín para cada niño o niña de la casa, que, antes de comerlos, les recitarán el son de rigor: “Maragato, pato, rabo de cuchar, calza las abarcas y márchate a bailar” .

Las mozas que estuvieran en edad de hacerse valer, se aplicarían el cuento:

"Cuando mia madre masa
yo m’enfarino
pa que digan los mozos
que yo he cernido”.

Mozas y mujeres aprovecharán los ratos de las veladas para filar, tejer y zurcir prendas de lana para todos los miembros de la familia.

Llegada la media noche del día 24, sonarán las campanas un son de estrellas congeladas y llegará la hora de ir a Misa de Gallo, a cantar los ramos y a besar la patina del Niño Jesús.

 

En tres de aquellas familias suponemos que se repetirían, ya en voz alta, preguntas como “¿No iba a venir a pasar las navidades? ¿Cuándo podrá llegar? ¿Le impediría la nieve salir de Astorga para acá? ¿Cuándo podremos saber algo de él?”.

Intuimos que sus padres y madres habrán pedido, ya de forma angustiosa, la colaboración de los párrocos para averiguar, al menos, si llegaron a iniciar el viaje y si todavía pueden llegar. 

En las navidades y hogares de hogaño, en cambio, con menos necesidades perentorias y más tiempo para holgazanear, sobrecargamos tanto de actividades extraordinarias los días de Nochebuena y Navidad que no encontramos nuestro propio tiempo y no se lo podemos dedicar, por ejemplo, a las relaciones humanas desinteresadas y a los afectos sublimes, como éste de velar, 167 años después de su partida, la espera de nuestros predecesores de hace 167 años, de cuyas andanzas y paradero no tenemos ninguna nueva referencia.

Mientras tanto, algunos nos consolamos desempolvando viejas aficiones y cumpliendo, mal que bien, las obligaciones de patronazgo del Ramo de Navidad en memoria y desagravio de nuestros antepasados: ¡Dios les dé la gloria, que es vida eterna!


 

   

Ramo de manzanas

 

Ramo de cera y adornos

 

Ofrecimiento de los ramos y ofrendas.
(Ferreras, Navidad - 2016)


19. Vamos a cantar un ramo,
pero ofreceremos dos,
memoria de antepasados
y acción de gracias a Dios.

20. Uno será de manzanas,
aguinaldo de otros tiempos,
¡que Jesús, José y María
compartan nuestro sustento!
 21. Otro de cera y adornos,
ofrendas de bienvenida,
de acogimiento y amor
a la Sagrada Familia.

22. Añadimos unas velas,
hachas de este vecindario
de preces por los difuntos
y lumbre para el sagrario

 


 

Pocos somos a pedir; pero pedimos por ellos.

Por nuestros predecesores, ya amigos ¡Que Dios los lleve en paz a sus casas!

 

Telemarañas, 25 de diciembre de 2017, Navidad.




9.c.7.- Milagro en la nieve


 

El relato (continuación).

Síntesis de los hechos conocidosNuestros predecesores salen caminando el día 19 de diciembre de 1850 de Astorga hacia La Omaña para pasar con sus familias unas vacaciones de Navidad. Cuando llegan, a primera hora de la tarde, a la altura de los Rasos de La Lomba del Campestedo se origina una ventisca de nieve y, luego, silencio prolongado, sin más noticias de ellos durante siete días.

Lugar: Incierto, entre el valle de Valdesamario y los rasos de La Lomba del Campestedo.

Fecha:

Jueves, 26 de diciembre de 1850, San Esteban.

HorasDía y noche.

Protagonistas: ¡Seguimos sin protagonistas! ¡Los nuestros, Ramón, Francisco y Restituto, siguen desaparecidos desde la noche del jueves, 19 de diciembre de 1850!

 


 


Yo velo, tú velas…, seguimos velando:

Cada año suelo incluir en mi aguinaldo un cuento y un villancico.

Este año os mando la cosillina de la velada de hoy. Es una cosillina doble: un cuento y un villancico, mejor dicho: un villancico que cuenta una historia, pura tradición y creencia en los países nórdicos, un milagro de San Wenceslao, rey de Bohemia (Chequia).

La música es una canción religiosa de finales del siglo XIII. La letra es un añadido para este villancico de mitad del siglo XIX, de cuando nuestros protagonistas.

Podéis oír el villancico ejecutando este visor de youtube:

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Mientras lo oís, podéis seguir leyendo estos textos y la letra, cuya traducción libre os incluyo a continuación.

 


El buen rey Wenceslao.

  

Good King Wenceslas looked out,

on the feast of Stephen,

when the snow lay round about,

deep and crisp and even. 

Brightly shone the moon that night,

tho' the frost was cruel,

when a poor man came in sight,

gath'ring winter fuel. 

El buen rey Venceslao se asomó al campo el día de San Esteban,

cuando estaba totalmente enrasado por una nevada gruesa y crujiente.

La luna lucía brillante aquella noche bajo una helada cruel,

y entonces apareció un pobre hombre atropando leña para calentarse. 

 "Hither, page, and stand by me,

if thou know'st it, telling,

yonder peasant, who is he?

where and what his dwelling?".

"Sire, he lives a good league hence,

underneath the mountain;

right against the forest fence,

by Saint Agnes' fountain."

 "Paje, ven aquí a mi lado y dime, si es que lo sabes bien,

¿quién es aquel campesino que anda por allá? ¿dónde y cómo vive?".

"Señor, vive a más de una legua de aquí, al pie de la montaña;

justo al lado de la cerca del bosque, por donde la fuente de Santa Inés." 

 "Bring me flesh, and bring me wine,

bring me pine logs hither.

Thou and I shall see him dine,

when we bear them thither. "

Page and monarch, forth they went,

forth they went together;

through the rude wind's wild lament

and the bitter weather. 

 "Tráeme carne, y tráeme vino, tráeme aquí troncos de pino.

Tú y yo lo vamos a ver cenar, cuando se los llevemos para allá".

Paje y monarca, salieron para allá, se fueron juntos tras él,

atravesando el amargo frío y
el salvaje ulular de la ventisca.

 "Sire, the night is darker now,

and the wind blows stronger; 

fails my heart, I know not how;

I can go no longer."

"Mark my footsteps, good my page,

tread thou in them boldly.

Thou shalt find the winter's rage

freeze thy blood less coldly."

 

 "Señor, la noche se está volviendo más negra y el viento sopla con más fuerza,

se me para el corazón, no sé por qué, y no puedo ir más allá.”

"Pisa sobre mis pisadas, mi buen paje, písalas sin miedo.

Sentirás que la rabia del invierno hiela menos tu sangre."

 "In his master's steps he trod,

where the snow lay dinted. 

Heat was in the very sod

which the saint had printed.

Therefore, Christian men, be sure,

wealth or rank possessing,

Ye who now will bless the poor,

shall yourselves find blessing." 

 Él fue pisando las huellas de su señor, que habían dejado la nieve aplastada.

Recibía calor del puro suelo que el santo había hollado.

Así pues, estad seguros, cristianos que tenéis bienes y derechos,

de que los que ahora hacéis merced al pobre, seréis también vosotros objeto de merced.

 


 

Esta cosillina nos puede aportar hoy esperanza y aliento, y también una moraleja muy provechosa: “lo que hicisteis al más pequeño de mis hermanos, a mí me lo hicisteis”.

 

Seguimos siendo pocos; pero pedimos por ellos.

Por nuestros predecesores, ya amigos ¡Que Dios los lleve en paz a sus casas!


Telemarañas, 26 de diciembre de 2017, San Esteban, diácono y protomartir.


 

 


9.c.8.- Pesquisas, batidas y rastreos



El relato: Nuestros predecesores salen caminando el día 19 de diciembre de 1850 de Astorga hacia La Omaña para pasar con sus familias unas vacaciones de Navidad. Cuando llegan, a primera hora de la tarde, a la altura de los Rasos de La Lomba del Campestedo se origina una ventisca de nieve y, luego, silencio prolongado, sin más noticias de ellos durante nueve días.

Síntesis de los hechos conocidosMalos augurios. Confirmación del extravío. Pesquisas, batidas y rastreos en busca de los desaparecidos.

LugarValdeponjos, Valdesamario, La Lomba, Valle Gordo y Valle Chico.

FechasViernes, 27, y sábado, 28 de diciembre de 1850.

HorasDía y noche.

ProtagonistasAdemás de nuestros antecesores, Ramón, Francisco y Restituto, sus familiares pasan a primer plano por la pública inquietud que los atormenta.



Malos augurios confirmados, batidas, pesquisas y rastreos.

Ya nadie tiene tiempo ni humor para participar en veladas.

En las tres localidades de nacimiento de nuestros antecesores ha trascendido la confirmación de que todos los seminaristas iniciaron sus vacaciones el jueves día 19 y que nuestros tres protagonistas partieron de Astorga aquel mismo día hacia los domicilios de sus familiares en La Omaña.

Conociendo los itinerarios que habían seguido en anteriores viajes, sus familiares conjeturan que la ruta seguida debía haber sido la ruta verde o la ruta azul del mapa.

 

Sin más preámbulos ni dilaciones los padres de los tres seminaristas viajeros, ahora ya considerados “desaparecidos”, convocaron de inmediato, a son de campana “tañida a rebato para ajuntar concejos, vecinos y todas las almas” de los tres pueblos natales.

Una vez reunidos todos en los atrios de las iglesias, habiéndose desbonetado en señal de respeto y de urgencia, les rogaron que todos colaboraran con todos los medios disponibles a la búsqueda y localización de sus hijos, vivos o fallecidos. Esta misma demanda la realizaron sus mandaderos en todos los pueblos de La Lomba, de Valdeponjos, de Valdesamario, del Valle Gordo y del Valle Chico. También expidieron parejas de mozos a caballo por los dos itinerarios posibles hacia Astorga, que había sido el punto de partida del viaje, en busca de cualquier información esclarecedora del suceso.

Regidores y vecinos de los pueblos requeridos para las batidas no sabían al principio qué decir ni qué comentar; pero la respuesta fue unánime y decidida. Una vez que el primero se decidía a proponer algo, todos los presentes hablaban en barullo de actuar, de salir de inmediato, de qué sitios debían ser pesquisados en primer lugar, de la forma de organizarse, de por dónde ir, de gritar mucho para ahuyentar a los lobos y otras alimañas, de llevar los perros de torna o aqueda y los mastines; y garrotes, palos y estaracos; y cualquier otra arma de la que dispusieran; y también hoces de monte, y machetas, y navajas; y de calzarse y arroparse bien para atravesar ventisqueros, trabes, matorrales y arboledas. Algún rapacín decidido, que ya creía valer para colaborar, enseñó ufano una navajina despapada para pedir que se la mangaran bien para llevarla consigo.

En cada pueblo todos sus moradores (diez o doce vecinos, cuarenta o cincuenta almas, diez o doce perros de aqueda, de careo o mastines y varias caballerías) se sumaron a las partidas. Las iniciaban al clarear y no las abandonaban hasta oscurecer. 

Fueron excluidas de las partidas las personas ancianas, impedidas, baldadas o acambonadas, y los niños y niñas todavía incapaces, a los que se encomendó mantener las lumbres encendidas, las casas caldeadas y los potes en los estrébedes.

Todas las demás almas, mayores y rapacines, de todos los pueblos de la contorna, unos a pie y otros en caballerías, acompañados de sus perros y provistos de vituallas y de todos sus pertrechos contra inclemencias y peligros, iniciaron los ojeos, las batidas, ,los voceos, las pesquisas y rastreos, que fueron intensos y continuados hasta agotar todas sus fuerzas y consumir todas las horas de luz.

Acostumbrados a los voceos, ojeos y batidas para “correr al lobo”, recorrieron de prisa todas y cada una de las posibles vías y las posibles desviaciones de las  rutas que supuestamente habrían seguido los seminaristas extraviados, embiscando con sus gritos el latir de los perros y su afán de buscar rastros. 

Dos Jornadas enteras, el viernes 27 y el sábado 28, transcurrieron sin resultado positivo. No se hallaron indicios útiles del paso de los viajeros, tan sólo la confirmación del inicio de su viaje y alguna indecisa indicación de que habían sido "percibidos de lejos, caminando de prisa por La Cepeda hacia el valle del Valdesamario", lo que bastó para confirmar los peores temores y encaminar las partidas hacia las zonas de búsqueda, pero no para concretar el camino seguido.

El clima había ido deponiendo poco a poco, como con desgana, sus inclemencias; las nubes se habían desparramado finalmente y habían cesado los vientos cortantes; los hielos y la nieve cedían ya al calor mañanero de un sol bajo, aunque luminoso. Por los valles y arcavueches los troncos pardos de robles y pálidos de abedules lucían casi deshojados unas pocas hojas ocres y rojizas; por las laderas del requejo y las lomas soleadas asomaban sobre la capa superior de la nieve las puntas verdes de los piornos y otras marrones de las urces; aquí y allá, los puntiagudos peñascos de los serrijones coronaban, a modo de espinazos grises, los cerros alomados; incontables cristales de hielo y nieve reflejaban otros tantos destellos de sol.

Aunque aquel territorio montañés parecía ahora acogedor, no alcanzaba a disimular un gesto peligroso, de trampa mortal, para los forasteros desprevenidos, porque, si a trechos aparecían indelebles en la nieve los rastros recientes de animales salvajes, se echaban mucho de menos las bandadas de linaceras y alondras que, con toda seguridad, habían percibido días antes la llegada del temporal y habían migrado para unos días hacia la Ribera y La Cepeda.

 

Todos los expedicionarios, almas y animales, avanzaban decididos contra las dificultades y los riesgos, impasibles a las fatigas y molestias, a pesar de la escasa certeza de “llegar a remediar” el presumido desastre. Lo hacían colaborantes, unidos de forma inquebrantable, expresivos y comunicativos, a voz en grito; pero no obtenían otra respuesta que la de las otras partidas próximas. Así durante dos agotadoras jornadas de intensas horas.

Cada noche, de regreso a sus viviendas, muy cansados, con el ánimo más decaído que rendido, padres, hermanos, abuelos, familiares y vecinos en general atendían sólo a cebar apresuradamente a los ganados y ajotar a corderines, cabritines y terneros, abandonando las demás faenas habituales. Madres, hermanas, abuelas, familiares y vecinas aviaban rápidamente unas comidas improvisadas, sin dejar de rezar con humildad y lamentarse acongojadas.

Rematando las últimas horas ya oscurecidas del segundo día de batidas, día de los Santos Inocentes, después de tantas horas de búsqueda infructuosa, un antiguo gemido y una oración parecían llegar a algunas casas, deslizándose entre las sombras.

En Ramá se oyen gritos,
hay lágrimas y gemidos.
Es Raquel, que llora a sus hijos
y no quiere ser consolada.

(Jeremías profeta)

 

Almas cándidas, Santos Inocentes
que aumentáis de los ángeles el coro,
al que llamó a los niños a su lado
rogadle por nosotros.

(G. A. Bécquer)

 


Telemarañas, 28 de diciembre de 2017,

día de los Santos Inocentes 



 


9.c.9.- Crespones en la nieve


 

El relatoNuestros predecesores salieron caminando el día 19 de diciembre de 1850 de Astorga hacia La Omaña para pasar con sus familias unas vacaciones de Navidad. Cuando llegaron, a primera hora de la tarde, a la altura de los Rasos de La Lomba del Campestedo se originó una ventisca de nieve y, luego, silencio prolongado, sin más noticias de ellos durante nueve días. El décimo día, después de malos augurios, se confirmó su extravío. Luego se consumieron dos días de pesquisas, batidas y rastreos en busca de los desaparecidos. 

Síntesis de los hechos conocidosNuestros antecesores aparecen congelados en un ventisquero de nieve, entre peñascos.

LugarPeñas Cerradas o Peñas de Linares en término de Murias de Ponjos.

FechaDomingo, 29 de diciembre de 1850.

HoraIndeterminada.

ProtagonistasNuestros antecesores, Ramón, Francisco y Restituto, ¡QEPD!

 

 


 

Os recomiendo arrancar ahora la reproducción del siguiente vídeo para escucharlo mientras leéis los textos que siguen.

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 Letra:

In paradisum deducant te angeli.
In tuo adventu suscipiant te martyres et perducant te in civitatem sanctam, Jerusalem.
Chorus angelorum te suscipiat et cum Lazaro, quodam paupere, aeternam habeas requiem.

Que los ángeles te lleven al paraíso.
Que, a tu llegada, te reciban los mártires y te conduzcan a la  ciudad santa, Jerusalén.
Que el coro de los ángeles te reciba y con el pobre Lázaro tengas descanso eterno.


 

Nuestros antecesores aparecen congelados en un trabe de nieve.


Hoy no tendremos velada, tendremos velatorio.


El tercer día de las pesquisas y rastreos arrancó con una buena iniciativa. Alguno de los que dirigían la estrategia de las batidas y los recorridos de las partidas debía ser entendido en materia de pastoreo por los montes - lo eran todos los omañeses - a la vez que muy hecho a las inclemencias de la zona y propuso la prioridad de inspeccionar todos los posibles refugios naturales o de construcción humana: cuevas, cabañas, ventisqueros, abrigos de rocas y marañas vegetales.

La propuesta resultó acertada y afortunada, en cierto sentido, aunque no en todos, pues no aparecieron con vida.

 

Crónica detallada.

Ahora cedemos la palabra a MFMínguez para que desde sus apuntes nos traslade los detalles del suceso. Dice así:

“Fueron hallados diez días después de su viaje, el 29 de diciembre de 1850.

Sus restos no estaban comidos por los lobos ni raposas, pues es bien sabido que con las grandes nevadas hasta el malo de los montes omañeses desciende hacia los valles y se acerca a los poblados”.

En otro apunte cita una anotación que el párroco de Ponjos, que ofició los ritos funerarios, asentó en el libro de difuntos de la parroquia:

“Los cadáveres se encontraron en este pueblo y sitio de las Peñas de Linares en la sierra”.

Precisa el propio MFMínguez en otros de sus apuntes que:

La causa de la muerte  fue “ahogados por la nieve”, según declaración de los físicos.

Actuaron como testigos de los hechos ante la justicia civil tres vecinos de Murias: Bernardo Hidalgo, Luis Rodríguez y Felipe González.
 


Las Peñas de Linares no aparecen en los mapas con ese nombre, pero sí las identifican los vecinos de Ponjos con unos parajes llenos de afloramientos rocosos en el lugar a donde llegaban con el ganado y en cuyo campar, el Campar de Linares, sesteaban las ovejas y cabras al mediodía. En la actualidad el sitio está repoblado de pinos. En dicho campar brota una fuente pequeña que da lugar al reguero Linares. Muy cerca nace otro reguero intermedio con el nombre de Almidiano y otro tercero más conocido como La Salsa. Los tres se juntan ladera abajo dando origen al arroyo principal de Candanedo, que discurre por el valle del mismo nombre y ambos, arroyo y valle, finalizan al borde de la carretera LE460, exactamente por encima de la localidad de Ponjos.

La altitud del lugar es de unos 1.462 metros.

 

Los más ancianos de los pueblos cercanos recuerdan haber oído decir a sus mayores, cuando iban a La Salsa, que “allí estuvieron espetadas tres cruces de madera durante muchos años”.

... Hasta que el tiempo del olvido y las inclemencias del tiempo acabaron con ellas.

Para visitar el lugar el camino más corto y accesible es el que parte de Andarraso hacia el oeste por un cortafuegos, hoy jalonado de aerogeneradores de electricidad, en dirección al monte Suspirón. A unos 35 minutos de Andarraso queda a la izquierda el pico Cazarnoso. A partir de ahí se entra en La Salsa y muy cerca, al borde del mismo cortafuegos, están las "Peñas Cerradas" o "Peñas de Linares", también conocidas como "Peñas de los Frailes Muertos”  entre los lugareños.

 

 


 

Nosotros seguiremos velando. 

Hoy mantendremos, desbonetados, un silencio reverente para dedicarles a ellos el duelo y las oraciones que se merecen y el respeto y consideración a sus familiares y paisanos.

Mañana, Dios mediante, será el momento de darles cristiana sepultura.

Ya haremos modo y manera, en otras veladas que seguirán, de tratar algunos temas que han quedado en el aire y deben ser considerados en detalle. Cada día tendrá su propio afán.


¡Dios les dé la gloria, que es vida eterna, a

Ramón, Francisco y Restituto!


Telemarañas, 29 de Diciembre de 2017



 


9.c.10.- Entierro en corralín sagrado


Os recomiendo reproducir este vídeo para escuchar en off la música,  mientras leéis los textos que siguen.

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El relatoNuestros predecesores salieron caminando el día 19 de diciembre de 1850 de Astorga hacia La Omaña para pasar con sus familias unas vacaciones de Navidad. Cuando llegaron, a primera hora de la tarde, a la altura de los Rasos de La Lomba del Campestedo se originó una ventisca de nieve y, luego, silencio prolongado, sin más noticias de ellos durante nueve días. El décimo día, después de malos augurios, se confirmó su extravío. Luego se días de rastreos en busca de los desaparecidos, que aparecieron congelados en un ventisquero de nieve, entre peñascos.

Síntesis de los hechos conocidosNuestros antecesores reciben cristiana sepultura.

LugarCorralín de la iglesia de Ponjos.

FechaLunes, 30 de diciembre de 1850.

HoraIndeterminada.

ProtagonistasNuestros antecesores, Ramón, Francisco y Restituto, QEPD.

 

 


 

Reposo en corralín sagrado.

 

Para no distraer nuestra atención de las actividades verdaderamente importantes de este día, aplazamos los temas profanos de las veladas y nos limitaremos a acompañar con veneración (del latín venerari - respetar en sumo grado a alguien por su santidad, dignidad o grandes virtudes o por lo que representa o recuerda) los cuerpos de nuestros predecesores en su retorno a la tierra.

De acuerdo con nuestras “mores” sólo caben en este contexto las oraciones, que surgen de la fe y brotan en la intimidad personal de cada uno, y una discreta “laudatio” que ha de nacer del conocimiento y afecto hacia los fallecidos. 

Cederemos pues nuevamente la palabra a nuestro proveedor de la información, MFMínguez, para que sus palabras, en forma de apuntes, sirvan a este segundo propósito:

Los seminaristas fueron enterrados en cristiana sepultura el día siguiente al del hallazgo, el día 30 de diciembre de 1850.

   

 

Su lugar de reposo fue el cementerio de Murias de Ponjos, porque el sitio donde perecieron pertenecía a esa parroquia. Así era la norma de la época.

   

 

El camposanto no era el actual, que fue inaugurado después de 1900. El de entonces estaba en “el sagrado de la iglesia”, en el “corralín de la iglesia” según denominación local. Muchos años después de aquellas fechas los vecinos seguían apuntando con el dedo a una zona del sagrado precisando: “en aquel lado estuvieron enterrados los frailes muertos en La Salsa”.

Recordemos que ya nos había mencionado, como prueba de la prolongación del recuerdo de nuestros protagonistas:

Los más ancianos de los pueblos cercanos recuerdan haber oído decir a sus mayores, cuando iban a La Salsa, señalando el lugar del fallecimiento, que: “allí estuvieron espetadas tres cruces de madera durante muchos años” ... hasta que el tiempo del olvido y las inclemencias del tiempo acabaron con ellas.

De improviso, el propio narrador se deja llevar por la veneración a sus paisanos y el apego a su tierra común para rematar así su oración fúnebre:

En tempos mu antañones, muncho anantias qu’istos rapaces cha casi mozos morriesen  acurrucaos y arrecíos contra unas peñicas del monte, outros viandantes d’antiguo ficieron el mesmo camino, e outros más lo farán sieclo tras sieclo, desde los omañeses, chamaos “homus manium” por los romanos, hasta los peritos e inginieros de los modernos molinos de vento.

Las suas ánimas, las d’istos tres rapaces, volarán eternamente allá arribones en redondeles con vuelo de milanos sobre las llamas, llamargos, matas de carqueixa, escobas e urces, chanas, tuecas, valliciellos, solanos, abesedos, vallaos, cuetos, tesos, carcavones, robledales, abedulares, alisales, piornales, salguerales, acebales, camparinas, campares, sesteaderos, muñideros, bidolinas, caleros, fonteciellas, loberas, oseciellos, lumbriellos, monteciellos, montezueños, foces, forcas, regatos, matonas, silvas, escobios, castiellos, cubillas, richanos, valdeandrías, llobos e raposas.

Una profunda murnia chea los corazones de los omañeses d’agora e al mesmo tempo enviánles un lexano recordatorio.

 

Manuel Fernández Mínguez


AGRADECIMIENTOS:
Antonio Álvarez Martínez, padre agustino, por sus indagaciones en los archivos eclesiásticos.
Manuel Álvarez, Melo, archivo viviente y entusiasta de recuerdos lejanos.
César Santana, Charo, l’asturianu de las mil correríes por los montes omañeses.
Nicolás Melcón, Lasito, colaborador indispensable para situar los lugares con su colección de mapas topográficos.
Leonor Melón Blanco, cofre que guarda  recuerdos antiguos transmitidos por tradición oral.
Inocencio García, buen conocedor de los montes que rodean su pueblo de Ponjos.



También nosotros, hoy orgullosos deudores de los tres predecesores caídos, hacemos apropiación y expresión de este agradecimiento que dedicamos en grado sumo al propio MFMínguez, cuya vida guarde Dios muchos años.

 

Telemarañas, 30 de diciembre de 2017

 


9.c.11.- ¡Escribe!


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In diebus illis audivi vocem de caelo, dicentem mihi: “Scribe: Beati mortui qui in Domino moriuntur; amodo jam dicit Spiritus ut requiescant a laboribus suis, opera enim illorum sequuntur illos”.

En aquellos días oí una voz, procedente del cielo, que me decía: “Escribe: Dichosos los muertos que mueren en el Señor; dice el Espíritu que a partir de ahora descansan ya de sus trabajos, porque sus obras continuarán sus proyectos”.


 

Cosillina 1ª: Dos de cal. 

Ayer noche, muy de noche, cuando celebraba con un traguín el hecho de haber concluído la publicación de mi aguinaldo de este año, recibí dos mensajes de alabanza y me complacieron por parecerme que a alguien le había “hecho tilín” mi regalo. Es más: uno de los mensajes me aplaudía en forma emoticonizada, ¡tres veces! ¡Bien, no?

Bueno, llego a sospechar que el de los aplausos actuó, tal vez sin saberlo él, movido más por su subconsciente que por el placer que le hubiera producido la lectura. No en vano, aunque su consciente lo haya olvidado, yo le ayudé a salir del río Órbigo en La Bañeza una tarde de junio de 1963, cuando estaba tragando más agua que una topinera¿Recuerdas, Agustín, que saciaste la sed para casi todo el verano?

No traigo a colación este incidente para cubrirme ahora de gloria pasada ni para presumir de ser un héroe - que nunca lo he sido - o de mi valor - que nunca he tenido -. Este hecho no valdría para eso. No tuvo trascendencia ninguna, ni siquiera entonces, por no haber sido un proceder vistoso, ni por su parte ni por la mía. Tampoco fue un proceder ridículo, sólo fue cosa de risa.

Estábamos remojándonos en un remanso poco profundo, sin corriente, más abajo de La Corneta. Él no debía saber nadar muy bien y se mantenía por la orilla poco profunda. Yo apenas había aprendido con Natal y mi perro Misuri a flotar y desplazarme sobre el agua, nadando a estilo perro, con el morro bien alto y escarbando el agua con las dos manos como las gallinas - nada de emular a Tarzán -. No obstante, en éste y en otros muchos asuntos, siempre me he valido más de mi “omaña” que de mi fuerza: aquel día me había fabricado, como otros de vosotros, un magnífico flotador con una gran brazada de carrizas, así que cuando alguien nos alertó del aprieto en que se debatía nuestro organista, me impulsé hacia él, le traspasé el flotador improvisado y salí pitando hacia la orilla.

 

 

Y colorín colorado,

¡feliz nochevieja a todos, amigos y familiares!



Cosillina 2ª: Una de arena.


Pues ayer más tarde, también de noche, más de noche todavía, ¡después del traguín!, tuve una impresión como de sueño. ¿Una ensoñación?

Se me representó, o creí yo ver, un lapiz bicolor que se movía flotando en medio de un vacío iridiscente, como de aurora boreal. A veces se quedaba parado y parecía mirarme. No sé por qué razón digo eso de mirarme, ya que yo no le vi ojos, ¿...?

¡En verdad, en verdad os digo que no aspiro a ser tomado por profeta fundamentalista del siglo XXI!

Sigo: De pronto el lapicero escribió, todo en color rojo, nada en color azul, y yo leí: 

“Ay, Herminio, no te mereces más que un deficiente.

Parece mentira que, habiendo recibido el regalo de un argumento tan impresionante y gozando tú de esa inspiración inagotable, no hayas sido capaz de componer algo más notable que este galimatías de conjeturas y elucubraciones sin límite.

El problema es que no has trabajado bien y bastante. Me recuerdas a las mozas de tu pueblo: “cuando mía madre masa, yo m’enfarino, pa que cuente la gente que yo he cernido”. Ni ellas ni tú, por lo que veo, sois capaces de discernir.

¿Sabes qué te pasó? Te lo diré con tus propias palabras para que no alegues incomprensión: que fuiste a la panera, metiste mano al escriño, llenaste la masera de harina y agua, le echaste una murciada de sal y te pusiste a esculpir un maragatín para cada uno de tus amigos y familiares. Luego, mucho arrojar, mucho surrascar, mucho furganero, mucha mundilla, mucho enfornar y enseguida mucho cadadiello y a desenfornar. ¿Y qué pasa ahora? Que cuando les das los maragatindes a tus amigos para que los coman y recen por los muertos, los encietan, los prueban y te miran con una cara que casi quiere decir “que reces tú por los muertos, porque ese pan está jatiao, tiene puisas y areninas que hacen rechinar los dientes, no parece pan de cristiano y no se puede tragar ni a pedazas benditas”.

Yo miraba avergonzado al lapicero, meditaba excusas y réplicas; pero no las encontraba. Y él me habló de nuevo por escrito, como si hubiera oído mis pensamientos:

Te diré lo que debes hacer:

Repasa y concreta el argumento, separa las certezas de las elucubraciones y calla lo que no sepas, no vaya a suceder que de nuevo los canses de caminar sin saber por dónde ni hacia dónde; que de nuevo los sometas a las inclemencias del clima sin saber en qué consistieron; que de nuevo les cantes un villancico-cuento y no sepan si San Wenceslao y su paje le llevaron la cena y la leña al pobre campesino y si éste cenó, al fín, o se quedó con las ganas; que de nuevo saques todas las almas y canes de La Omaña a patrullar sin saber por dónde ni qué tienen que buscar; que de nuevo aparezcan los cadáveres y no se sepa si murieron ahogados o congelados; y que de nuevo se celebre el entierro sin haber confirmado si los protagonistas eran seminaristas o frailes.

En concreto: no inventes cosas innecesarias, no tengas prisa en publicar y ve paso a paso redactando: cierne la harina con la piñera para separar los cogollos, el cascabiello, el salvao, las areninas y otras puisas, ya que el pan no se hace con sucierna, sino con la flor de la harina; amasa bien con hurmiento de varios días, deja dormir la masa hasta que se venga, arroja el horno hasta que se vea bien arreboliado... y cuando luego repartas el pan sabrás que los niños rezan agradecidos y que sus ruegos son apreciados por quien mejor puede cumplirlos.

¿Has entendido? ¡Pues aplícate al ejercicio, a ver si de hoy en un año le podemos cantar alegres al maragatín patín, rabo de cuchar, que calce las abarcas y se marche a bailar!

 

Entonces se esfumaron a la vez el lápiz y sus escritos. ¡Menos mal que yo todavía tengo unas miajas de memoria de las que fiarme para transcribir!

 

Os desearé, al menos,

¡Un saludable y próspero año nuevo!


Telemarañas, 31 de diciembre de 2017

 




9.c.12. - Parte primera: Pensamientos y recuerdos



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El presente. 

Tras una larga subida, montaña arriba, llego cansado a la cima del cerro que denominan "balcón del cielo". Estoy en las estribaciones occidentales de Sierra Morena, que descansa en la otra sierra denominada "Sierra de Aracena y Picos de Aroche". 

Paso un pañuelo por mi frente para limpiar las gotas de sudor que, a pesar de la brisa de la ya avanzada tarde, resbalan sobre mis cejas y me obstaculizan abrir los ojos para poder contemplar la amplitud del horizonte que se abre a mi alrededor.

Permaneciendo de pie y, como un faro que da vueltas en la noche para contemplar el ancho océano, voy girando mi cuerpo y, protegido por la palma de mi mano de los rayos del sol que camina hacia su ocaso, admiro la ondulante serranía que se pierde hacia Portugal y que expone a la claridad de la tarde toda su gama de colores. Destaca, en el valle, el verde de los chopos recién estrenado por la primavera y que esconden bajo su sombra un pequeño riachuelo que discurre en curvas asimétricas, amplias unas, pequeñas otras, como una cicatriz causada por la naturaleza al dividir el sierro en dos laderas.

Destacan también, sembradas aquí y allá, las casitas de labranza o guarda de ganado, con un color marrón coronado por tejados de teja roja en los que el paso del tiempo ha dibujado parches verdes o grises, dependiendo de la orientación de cada uno.

 

Bajo las poderosas y grises encinas se distinguen unas manchas negras que de forma rítmica se mueven en una marcha sincronizada; son los cochinos ibéricos que con su largo y potente morro van hurgando la tierra en busca de bellotas, raíces y todo aquello que les salga al paso y les sea apetecible. Son las manadas de "piros" jóvenes que ocupan el puesto dejado por sus mayores, ya sacrificados durante el pasado invierno; van de recogida al establo donde les espera un puñado de maíz o pienso de bellota, golosina que el dueño les prepara para atraerles de vuelta a las cochineras cada tarde.

El rumor del arroyo llega transportado por el viento que, aunque suave, porta consigo los sonidos del valle, haciendo ondear las copas de los olivos que se mecen ofreciendo sus hojas plateadas a la caricia de la brisa.

Hacia el sur, la cadencia de los cerros me transporta a las tierras de Juan Ramón Jiménez, allí donde quería sembrar su corazón para que fructificara de nuevo. Seguro que era una tarde tan hermosa como ésta: cálido sol, hombre contemplando la naturaleza, pensamientos y sentimientos que salen de lo profundo del alma y se mezclan como una pócima que te cura el espíritu. También quiero exponer mi corazón al tibio sol de esta tarde para inundarlo de la paz que emana del paisaje que me rodea. Mirando a Extremadura, imagino las grandes dehesas, con sus campanarios, sus restos de castillos, vestigio de la pasada gloria de sus conquistadores, morada hoy de cigüeñas y palomas que tienen en sus derruidos torreones el albergue ideal para sus nidos.

 

Contemplando tanta belleza en esta tarde tranquila, me atrevo a pedir a Dios, al destino o a la suerte para que sean piadosos y me permitan vivir, aunque sólo sea un día más, para contemplar de nuevo este fluir tranquilo de la vida que la primavera estalla ante mis ojos.



El Pasado.

Me siento en una lisa piedra que sobresale del suelo y embriagado por el sol, los colores y el lejano murmullo del riachuelo, pienso en mi vida, en las cosas que me han sucedido a lo largo de los años: mi niñez en el pueblo, frío en invierno, caluroso en verano y con las penurias propias de la época de posguerra, con escasez de casi todo, sacrificada y dura vida tanto de los mayores como de los pequeños. Sólo el tesón y el afán de nuestros padres, siempre preocupados por sus hijos, suplían en lo posible las carencias materiales. 

La falta de juguetes se arreglaba con imaginación: los carretes de hilo de coser de ''La Cadena'' nos servían para fabricar las ruedas para un coche, cuyo chasis y habitáculo lo formaba un bote de tomates o melocotones en conserva. Las pelotas eran de goma, tan mala que apenas resistían tres o cuatro patadas, y no te digo si tenías la mala suerte de que se fuesen contra un zarzal.

¡Cuanta imaginación salía de la cabeza de todos los niños del barrio de abajo, que nos reuníamos a jugar bajo el balcón de la casa del Ti Juan, El Gaitero! La entrada de la casa estaba precedida por un pequeño rellano de anchas piedras, un poco más elevado que la calle, por debajo del cual pasaba la acequia de riego que, desde las "pozas" situadas en la falda del monte, recorría todo el pueblo, de arriba a abajo, regando las abundantes cortinas y huertos que, a modo de tapiz verde, se extendían paralelas a lo largo de pueblo.

Bajo la balconada de la casa del Ti Juan, El Gaitero, nos reuníamos los niños del Barrio de Abajo. 

 


La línea de ferrocarril dividía al pueblo más o menos a la mitad con un enorme terraplén que arrancaba desde la estación y terminaba engullido por un túnel a kilómetro y medio de ésta. Sólo hay dos posibilidades de franquearlo: en la calle principal del pueblo por un túnel de arco redondo, que denominamos "El Paso" y por otro al que llamamos "El Túnel de la Estación". Este terraplén trajo consigo el establecimiento de una frontera: Barrio de Arriba y Barrio de Abajo. En el Barrio de Arriba están las tiendas, las dos iglesias y los bares. Al establecerse esta frontera, los niños ya teníamos enemigos o, mejor, contrincantes, por lo que las peleas ya no eran entre nosotros; toda nuestra energía se reservaba para las contiendas con los niños del Barrio de Arriba. Normalmente eran encontronazos incruentos, más bien verbales, pero la rivalidad siempre estaba presente.

Como decía, allí teníamos el punto de reunión y de juegos. Allí, en la calle, hacíamos la "fumaza" la noche de San Juan. Los más atrevidos saltaban por encima de las llamas; yo me limitaba, con muchas precauciones, a saltar por encima de las brasas.

Allí también tuve la mala suerte de que me cayera, desde la balconada, un hacha en la cabeza. Por suerte aún lo puedo contar sin que el accidente me dejase secuelas.

Allí conocí también a Miguel dos Santos, contrabandista portugués. Era un hombre sagaz y escurridizo; había escapado muchas veces tanto de los guardiñas portugueses como de los civiles españoles. Nos contaba historias fantásticas de los viajes que nos decía que había realizado por países exóticos de África, especialmente de Angola, donde había pasado el período del servicio militar. Por aquel entonces Angola era colonia portuguesa. Se sentaba en el escalón y nosotros nos arracimábamos a su lado, escuchando embelesados aquellas historias contadas medio en español, medio en portugués. 

Después nos daba caramelos e instrucciones de lo que teníamos que hacer para avisarle si veíamos a los guardias aparecer por cualquier calleja. Mientras nosotros montábamos guardia, él iba de casa en casa tomando nota de los pedidos que nuestras madres le hacían. Mayormente era café "El Farruco" o "Sical". Mientras que Portugal se abastecía del café de sus colonias de ultramar, en España tomábamos achicoria o cualquier otro brebaje. La transacción era rápida: una vez realizados los pedidos, el contrabandista iba a su escondite y volvía con el saco lleno y las mujeres ya tenían preparado el importe exacto: un toma y dame. A nadie interesaba prolongar el acto, ya que si los pillaban con las manos en la masa, había castigos no sólo para el contrabandista, sino también para el comprador.

Años más tarde le volví a ver. Venía con un gran coche y ya sin necesidad de guardar su espalda; había invertido las ganancias del contrabando en una próspera compañía de coches de alquiler.

Le recuerdo porque despertó en mí el gusanillo de la lectura y la inquietud por descubrir nuevos mundos a través de ella. Siempre terminaba sus historietas con "tenéis que estudiar muito na escola, porque todo lo que os conto está nos libros".

En la escuela… la enciclopedia Alvarez, la leche en polvo americana y el queso amarillo, junto con el catecismo, fueron los alimentos intelectuales de mi niñez, hasta que el destino me trasladó a Las Ermitas.

 

Interrumpo aquí mis recuerdos. Los retomaré en la segunda parte dedicada a la Navidad.

 

Quiero, queridos compañeros, desearos a vosotros y a vuestras familias unas

¡FELICES NAVIDADES!

F.Barrio
Galaroza, diciembre 2017.


 


9.c.13. - Trabajos y rutas de los urceros cepedanos



Presentación.

 

      

  

      


Cuando convoqué estas veladas, uno de los primeros que se ofreció, por amistad personal y por una motivación que nace de sus entrañas o de su mismo hígado - como diría el viejo Homero -, fue mi pariente y predecesor de múltiples fatigas Germán Suárez Blanco, que también es predecesor de todos nosotros (quinta del 55) en Astorga.

Este catedrático de lengua, altocepedano, tiene arraigados muy dentro unos recuerdos de infancia tan firmes, cálidos y resistentes como un cepo de urz roja (Erica australis), urz gandariega para él y los suyos.

Me vino muy a cuento su buena disponibilidad, porque es también un etnólogo experto en las rutas y los tránsitos entre La Cepeda y La Omaña, asunto que tenemos pendiente de más precisiones en la crónica del suceso que en 1850 resultó funesto para nuestros compañeros seminaristas omañeses.

Entre tantos temas que Germán domina y ha documentado me permití elegir el que os transcribo a continuación, porque toca de lleno estos mismos asuntos y a él y a mí nos toca en un cachín de nuestra alma.


Podéis reproducir el vídeo para escucharlo mientras leéis el texto.

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Trabajos y rutas de los urceros cepedanos. 

Los expertos en la evolución de las especies vegetales en un entorno determinado sostienen que el paisaje de las primeras estribaciones de la cordillera cantábrica, en la Cepeda Alta y la Omaña, donde predominaba el brezo sobre cualquier otra especie de planta, era debido a la frecuencia de los incendios que destruían cuantos vegetales asomaban sobre la superficie de la tierra, erradicando las retamas y los robles de grandes superficies de llanuras o laderas. Sin embargo las urces, sobre todo las gandariegas, como disponen de un tuérgano o cepo de muchos centímetros de diámetro, que constituye su raíz protegida bajo tierra y a salvo por tanto de las llamas, logran retoñar antes de que germinen las semillas de cualquier otro arbusto y ocupen el territorio, aprovechando el escaso humus con que están cubiertas estas tierras. 

Por eso el paisaje ha cambiado a partir de los años 80 del pasado siglo en que han ido quedando sin labrar grandes superficies de tierra, antes cultivada, en las cuales la flor blanca de las escobas o la amarilla de los piornos se enseñorea del paisaje. 

   
Urces gandariegas 

Piornos

 

Las tareas más penosas: urces, tuérganos y fuyacos.
 
Eran las tres actividades consideradas más penosas por los campesinos cepedanos. A ellas destinaban con frecuencia a aquel miembro de la familia que no tenía demasiadas habilidades para ocuparse de una tarea más complicada. Cuando era necesario, incluso el cabeza de familia dedicaba unos días a estas labores.


Urces:
 

“Ay fiyu, tú, en que nu tengas pa outras cousas, ties que tener una buena parexa vacas, purque mira: que vien un pagamentu nuevu y nu ties dineru pa él, pus cortas un carru d’urces, llévaslu pa la Ribera y ya trais con qué pagalu. Y, si nu ties buena pareja vacas, nu pués dir cun urces, purque nu te salen en cualquier cuesta u d’un atulladeru pur ahí p’allá.”

Así le decía un hombre de experiencia al zagalillo (mi padre) que con apenas 15 años intentaba poner en marcha la casa de labranza arruinada años antes por la muerte del padre, en Villarmeriel. Porque las urces del monte (y, hasta el siglo XIX, el carboneo) eran un complemento laboral y económico de la ganadería y la agricultura para las familias pobres con más mano de obra que tierras donde emplearla –y lo eran casi todas-.

Las urces secas son el combustible de acción más rápida y energética que se produce por estas tierras. 

Con ellas o con sus troncos resecos, los cadavones, se consigue en pocos minutos hervir un caldero de agua o, en poco más de media hora, arrojar un horno para cocer el pan. Sus cepos o tuérganos, como también los troncos de roble, producen un fuego más duradero, pero de acción lenta y mucho menos viva. Además de que, para iniciar el fuego, resulta casi imposible hacerlo con troncos gordos o con tuérganos y son las urces o los fuyacos el acelerante necesario.

Casi todos los cepedanos han usado las urces o brezos como combustible, pero sobreviven muy pocas de las personas que dedicaron semanas o meses a cortar urces para llevarlas a vender. Sin embargo, hasta mitad del siglo XX, rara era la semana de otoño o primavera en que no circulaba una caravana de media docena de carros por el camino de las urces, que partía del Teso del Oro, por el camino del alto que separa las cuencas del Tuerto y el Barbadiel y que coincidía con el trazado de la vía romana desde Astorga a Pravia. Aunque en verano funcionaban por la Cepeda Baja los caminos del valle, con trazado similar al que tiene la actual carretera, en invierno estos caminos servían para caballerías o peatones, pero, con mucha dificultad, para los carros del país, cuyas ruedas de hierro iban ahondando más y más los baches en cruces de arroyos, manantiales y lugares húmedos, en los que, por supuesto, no existían puentes sino vados que enseguida se convertían en atolladeros. 

Los urceros de la Cepeda Alta, acostumbrados a buscar camino nuevo cada vez que una tormenta arroyaba el antiguo, usaban otras rutas que discurrían fuera del valle del Tuerto, por los páramos entre dos vertientes donde se dividen las aguas y donde no se formaban tantos arroyos que los cruzaran. Los de Oliegos, Cuelebros, etc., iban por entre el Porcos y el Tuerto. Los de Castro, La Veguellina o Villarmeriel, por la izquierda del valle. Los de Morriondo y Ferreras, por el valle del Barbadiel hasta La Ribera. Los de Escuredo y Sanfeliz solían dirigirse hacia Carrizo, por entre el Valeo y el Valdeluengo. 

El destino de los urceros de Villar era “La Ribera”, especialmente Benavides, donde había confiteros y panaderos que con frecuencia les salían al camino para comprar las mejores urces antes de que llegaran a cada pueblo. Las mejores urces eran las gandariegas, de flor granate, con cañas finas y mucho ramaje acicular. Por un feixe de ellas pagaban hasta el doble que por uno de albares. No es extraño porque, aparte de ser mucho más manejables en el hogar o en el horno, cunden muchísimo más.

   

Urz gandariega

(Erica australis)

 

Urz albar

(Erica arborea)

Para poder “echar un viaxe d’urces pa la Ribera”, había que dedicar no menos de una semana de durísimo trabajo: tres días una sola persona para cortar y atar las urces; dos jornadas de dos personas con el carro y las vacas para juntar las urces en el punto de partida y otras dos del carretero con yunta y carro en el viaje.

Era una de las pocas faenas que rara vez hacían las mujeres: primero debía uno doblar los riñones hasta el suelo, para, con una pequeña macheta vieja (las nuevas había que reservarlas para otros menesteres), ir golpeando las urces en su entronque con el tuérgano, que era la parte más quebradiza de las mismas, y así desprenderlas de la raíz. Tres puñados hacían una gavilla y con tres gavillas se hacía un feixe.

Los varones que adolecían de escasas luces para otros cometidos dedicaban buena parte de los días del año a esta labor, si es que no andaban de modo continuado de pastores con un rebaño. Un tal Craudu, que no sabía sumar y apenas contar, cuando su padre le preguntó por el resultado de todo un día cortando urces, contestó: Curtey tres ventis y’un trenta, y’outrus ocho más. O sea, que el bueno de Craudu había trabajado de lo lindo: casi cien feixes de urces, que ya cargaban un carro desde la Sierra al "Alto las Urces".

Lo normal era dejarlas orear un día o dos antes de atarlas con el vilorto, para que las ataduras no se aflojaran al secar. Con el fin de que perdieran hasta la mitad de su peso en agua y en hojas, era conveniente dejar las urces en el monte un par de semanas, como mínimo, antes de transportarlas en el carro hasta el Alto las Urces, una llastra cerca del Teso del Oro, donde se hacía una buena morena. Dos carros de urces traídos desde la Sierra, cuyos pésimos caminos impedían cargar mucho, se transportaban en uno solo cuando llegaba el momento de salir hacia Benavides.

La víspera del viaje, a última hora, se cargaban todos los carros con extremo cuidado para equilibrar el peso de delante y detrás del eje y las ruedas. Así las vacas irían cómodas en el largo viaje de unos veinticinco kilómetros. Allí pernoctaban los carros cargados. En ellos había que disponer tres mañizas de hierba seca y un par de piensos de centeno por cada día de viaje, para alimentar a la pareja de vacas.

Mucho antes de amanecer el día siguiente, bien cebadas las vacas en casa y uñidas, llegaban hasta el carro. Allí se ensobeaba, ajustando bien la correa a la puzonera, y era el momento de partir hacia el sur.

Pese a la solidaridad entre los carreteros, el que era listo procuraba viajar el segundo o tercero de la caravana. Así evitaba meterse en un gran charco o atolladero oculto del camino, porque ya el que iba primero lo había descubierto, atascándose en él y necesitando la cuartia de otra pareja de vacas para salir del atasco, y también se aseguraba de que, en caso de percance, como descargarse parte de la carga o volcar el carro hacia un lado, quienes venían detrás se verían obligados a ayudarle hasta ponerse de nuevo en marcha para poder pasar ellos por el estrecho camino.

El puesto primero de la caravana era casi siempre para el más fanfarrón, el que se las daba de experto en estas lides y pretendía erigirse en portavoz de todos, llegando incluso a marcar el precio de venta para la mercancía que llevaban todos los carros, el lugar en que iban a comer y aquel en que pernoctarían al volver a La Cepeda. La realidad era que, una vez en los pueblos de destino, cada quien había de arreglárselas para vender pronto y bien su mercancía. En ocasiones debían llegar incluso a Hospital de Órbigo para vender sus urces, en cuyo caso el viaje duraba tres días.

A veces se vendían por carro completo a panaderos o confiteros. Otras veces se ajustaban “a tanto el feixe”. Si se conseguían en los años treinta unos veinticinco duros por toda la carga, se había hecho un buen viaje. Tengamos en cuenta que, por esas fechas, el sueldo diario de una criada interna era en Astorga o León de una peseta y que el jornal de un segador en verano subía a algo más de un duro.

Parte de los ingresos obtenidos se quedaba en las tiendas de Benavides: que si una pieza de bacalao, arroz, aceite, azúcar, chocolate, un ovillo de hilo o unas agujas de ganchillo,... Siempre había que volver con algo especial para la familia.

Tuérganos o cepos:

   

Azadón

 

Machao

La segunda de las actividades que rara vez hacía la mujer era arrancar tuérganos o cepos de urz gandariega.

Esa raíz, el tuérgano o cepo, de forma esferoide, llega a superar los cincuenta centímetros de diámetro. Su madera es muy compacta, rosada y con ella se tallaban la bolas (media esfera) de jugar a los bolos, los morteros y otros utensilios. Crece en laderas solanas donde no hay demasiada tierra fértil. Tanto sus ramas para encender las cocinas o caldear hornos de pan o de confitería, como sus tuérganos, usados como combustible habitual para las cocinas y, en siglos anteriores, para hacer carbón vegetal, eran muy apreciados. Estaba prohibida en el siglo XX la venta de tuérganos para pueblo forastero, como lo estaba el carboneo, por el peligro de deforestación, pero no la exportación de carros de urces.

Cada familia gastaba en un año unos cinco carros de tuérganos para cocinar y calefactar en invierno la cocina (no había ningún otro sistema de calefacción). Además, los padres de alumnos aportaban tres o cuatro carros para la estufa de la escuela y otros tantos para la casa del maestro y la de la maestra. 

Por todo ello, muy bien podía pasarse cada varón tres semanas de finales de otoño o comienzos de primavera en el monte arrancando tuérganos, provisto de un gran azadón que difícilmente manejaban las manos de una mujer: constaba de una pala de unos 40 cm de largo y un hacha de 15 cm, cuyo mango, un pie de roble muy, muy seco, había de tener unos 10 cm de diámetro para resistir los tirones necesarios para "arrancare" el cepo.

 

Fuyacos:

La tercera actividad que se evitaba a las mujeres era la poda de fuyacos, esas ramas o pies de roble que, cortadas a fines de setiembre, oreadas y atadas en mañizos, se almacenaban en la tenada para servir como alimento a cabras y ovejas, cuando la nieve impedía a los rebaños salir al monte.En este caso las mujeres ayudaban en el transporte y almacenamiento de los fuyacos.

Para el trabajo relacionado con los fuyacos se guardaba la ropa más vieja y remendada que cada cual tenía. Los fuyacos obtenidos en monte comunal eran sólo para consumo propio y no podían venderse a forasteros, cosa que sí se hacía con los obtenidos en matas de roble particulares.

Tanto las urces como los cepos o los fuyacos están llenos de pinchos y elementos agresivos para las manos. Por tanto, y dado que el uso de guantes protectores era incompatible con la precaria economía de las familias, sólo unas manos con varios milímetros de callo podían manejarlos sin sufrir constantes heridas.



Felices fiestas y próspero año nuevo.

(Que no tengades que dir a urces)


La Cepeda, 2017


Germán Suárez Blanco

 


 


9.c.14.- Otra Navidad


 

 

Presentación de una simpatizante de estas veladas:

 

Hoy es Margarita Álvarez Rodríguezprofesora de lengua y literatura, omañesa de Paladín en el municipio de Valdesamario, quien nos ofrece una visión con matices infantiles y femeninos del vivir y velar durante las navidades de antaño en su tierra y su hogar.

Especializada en devanar léxico local de la Omaña Baja, no se queda en el nivel de los morfemas o lexemas, sino que ahonda hasta la genética de los conceptos, sacando a calderaos del manantial de sus recuerdos los sentimiento vividos una y mil veces entre sus familiares y vecinos, para ofrecerlos como agua fresca que apaga la sed polvorienta de los largos caminos de la vida.

Su producción literaria deja en los sentidos del lector el aroma y regusto de cierta felicidad que se manifiesta refrescante y sencilla, aquella de la infancia crecida entre fuentes, regueros y prados floridos, hoy todavía inmarchitos.

Podríamos decir que sus artículos están floridos de "cusillinas" de todas las estaciones y son fáciles de leer.

Ella, después de interesarse por esta historia de nuestros predecesores, por ser vecina de MFMínguez, el amigo que me la proporcionó en forma de apuntes, nos invita hoy a visitar su blogg

“La Recolusa - De la palabra al pensamiento”,

donde guarda un complemento, perfecto para nuestro ambiente de veladas navideñas, de aguinaldos y de habla local.

Os recomiendo tomar nota de todo ello, porque todos podemos leer y aprender mucho y está todo muy bien contado.

Pulsad ya el siguiente enlace y sed aplicados a la lección: 

Otra Navidad - De aquellas Navidades a esta Navidad...


&&&& Presentación de "EL HABLA TRADICIONAL DE LA OMAÑA BAJA" &&&&

&&&&&&&&&&&&&&&&

 

Más nada por hoy. Mañana más.

 

Telemarañas, 4 de enero de 2018

 


 


9.c.15.- Cuento de Navidad 

(Segunda parte de "Pensamientos y recuerdos")


  

Sigo sentado sobre la piedra en el “balcón del cielo”. Mis recuerdos se dirigen hacia lo que fueron

MIS NAVIDADES.

 

La tradición.

Ninguna fiesta de las que se celebraban en mi niñez, fueran religiosas o mundanas, me proporcionaban tanta ilusión y alegría como las fiestas de Navidad.

Para mí las Navidades giraban en torno a dos ejes: el religioso y el de los acontecimientos que por estas fechas se producían.

 

La matanza.

Entre estos últimos estaba, sobre todo, la fiesta de la matanza, de gran tradición en Sanabria, en la que las familias y los vecinos nos ayudábamos unos a otros, por lo que se pasaban unos cuantos días de convivencia y alegría.

Los niños, aparte de estorbar casi siempre, también teníamos tareas encomendadas, como aprovisionar de agua la casa, de forma que todos los que la necesitasen, y en cualquier momento, tuviesen agua caliente y abundante. (Por entonces las casas carecían de agua corriente y se traía con calderos de los pozos o las fuentes).

Otra de las tareas era ayudar a los hombres a lavar el cerdo una vez chamuscado: con un recipiente pequeño vertíamos agua caliente donde nos iba indicando el matachín que refregaba el corato del cochino hasta dejarlo totalmente limpio.

Y, por supuesto, debíamos mantener provista la cocina con la leña necesaria. Ésta era la tarea que a todos más nos gustaba, ya que, cuando pasabas, casi siempre rascabas algo.

Estos pequeños quehaceres se veían compensados cuando en la mesa preparada para los rapaces había abundancia de viandas, vino rebajado con agua, dulces y demás golosinas propias de la Navidad, como aquel turrón que había que partir con martillo y puntero. ¡Ese sí que era turrón del duro!

En los días posteriores al de la matanza, (una vez que el veterinario daba el visto bueno) se despiezaban los cochinos.

Y, por fin, se comía el ansiado trozo de magro asado en las brasas. Este momento, para muchos de los que nos criamos en aquella época, tenía algo de sublime,¡no todos los días se podía comer carne fresca!

Hasta que los chorizos, los farinatos, las morcillas y los lomos estaban en los varales, listos para secarse al humo, y las demás piezas de la matanza puestas para la salazón, pasaban algunos días de intenso trabajo familiar, pero era como una liturgia que aseguraba el buen sustento de la casa para el resto del año.



 

Celebraciones religiosas. 

Los preparativos. 

El eje religioso comenzaba para mí mucho antes de la Navidad, allá por octubre, cuando don Francisco, el cura párroco del pueblo, empezaba a preparar "los versos" (llamábamos así a las poesías y los Misterios de Navidad que representaríamos en la iglesia después de los oficios religiosos): viaje a Belén, adoración de los pastores, Reyes Magos, etc.

Participábamos casi todos los niños y niñas, unos declamando las poesías, los demás interpretando los diferentes personajes. Personalmente, interpreté a casi todos: Niño Jesús, pastorcito, José, ángel y, sobre todo, a Herodes.

Siempre muy pegado a la sotana de don Francisco, iba a su casa por las tardes, antes de tocar al rosario, y con el dedo índice de la mano derecha apuñalaba las teclas de una vieja máquina de escribir y pasaba a papel lo que él me iba dando. Como podéis suponer, con un dedo solamente la tarea era larga.

A mí me gustaba ir a su casa, porque, cuando apretaban los fríos que en Sanabria eran tempranos e intensos, antes de salir de su casa para tocar la campana de la ermita para el rezo del rosario, me daba una copita de vino de misa o de licor café que él mismo elaboraba, “para hacerle frente al frío”, me decía.

Cuando estaba todo pasado a limpio, repartía los papeles entre los niños, a su criterio (este papel le va bien a fulanito, este otro a citanita...) y comenzaba el periodo de aprendizaje. Quince días después, los ensayos.

Todos los actos navideños se celebraban en la ermita de Santa Lucía, situada dentro del casco urbano. La iglesia parroquial, que estaba en un cerro lejos de la población y por tanto de difícil acceso para las personas mayores, se utilizaba sólo los domingos para la misa, los oficios de Semana Santa y los funerales, ya que el cementerio estaba adosado a ella.

El escenario.

La ermita era suficientemente grande para acoger en sus bancos a toda la gente del pueblo. El presbiterio estaba situado a cinco gradas de la nave de la ermita y era muy amplio, tanto en fondo como en los laterales. El izquierdo era el destinado a las niñas durante el resto del año, pero en Navidad se convertía en el emplazamiento del Belén y pasaban a compartir con los niños las gradas centrales que eran las destinadas a ellos durante todo el año. El derecho, bajando las gradas, daba a la sacristía.

El altar estaba apoyado en un retablo que llegaba al techo. Por encima del Sagrario, a media altura, presidía el conjunto una imagen de La Virgen del Carmen; a la derecha, la imagen de Santa Lucía, de madera policromada y con una hoja de palmera en una mano y un plato con sus ojos en la otra. En el lateral izquierdo, a la misma altura que la santa, la imagen de San Antonio Abad con el bastón en la mano y un cochinillo a los pies. El resto del retablo lo componían pequeñas columnas y ornamentación vegetal sin estilo definido.

Terminado el oficio religioso, con las cortinas que de antemano estaban preparadas, se ocultaba el altar, y el presbiterio se transformaba en escenario. La parte que daba a la sacristía servía de entrada y salida de los personajes.

Aquellas representaciones eran algo rudimentario y muy sencillo, pero entrañable, cercano, familiar. En ellas se despertaron muchos sueños, algunos se cumplieron y otros están siempre en el recuerdo de aquellos niños que, con ilusión, dedicamos nuestro tiempo y esfuerzo para representar lo mejor que sabíamos los Misterios de Navidad.

 

El Belén.

El belén era grande.

Los niños debíamos recolectar el suficiente musgo para cubrir el gran tablero que servía de base, por lo que salíamos en pandilla a los prados, paredes y bosques que estaban orientados al norte, más abundantes en el preciado briofito. Se necesitaban varios días de búsqueda hasta tapizar por completo los espacios que don Francisco había señalado: prados, jardines de los palacios, orillas del río, etc.

Don Francisco era, además de un buen cura, un gran carpintero y, aparte de las figuras tradicionales de los belenes, a lo largo de los años fue añadiendo cosas de su invención: un gran palacio de Herodes con una fuente en el pequeño jardín, granjas con sus animales, molinos, norias y casitas diseminadas por todo el belén, todas iluminadas. Un depósito de agua, camuflado entre verde ramaje en la zona alta del belén, abastecía del agua necesaria al río, a molinos, fuentes y norias. Toda esta agua terminaba en otro depósito debajo del belén y cada día se devolvía manualmente al depósito principal.

Cuando estaba terminado, era bonito, pero, una vez que todo se ponía en movimiento (iluminación, fuentes, molinos y las diminutas barquitas en el pequeño lago), desplegaba todo su encanto.

El rescoldo.

 

Siempre quedó en mi interior el calor de la magia de mis Navidades de niño. Andando el tiempo, cuando por mis obligaciones laborales debí organizar o supervisar los eventos navideños en establecimientos hoteleros, siempre procuré contagiarlos del recuerdo que de ellos poseía. Aparte de la preparación de los ejes principales sobre los que se iban a desarrollar todos los actos (menús, almuerzos y cenas de gala, orquestas, etc.), me gustaba involucrarme en todos los detalles que, aunque parezcan menores, también eran muy importantes para el conjunto (decoración, iluminación, villancicos, concursos, etc.).

 

Esto, aparte del disfrute personal que me proporcionaba, servía de acicate para involucrar al personal, porque, como sabéis, ningún proyecto será exitoso si el empleado no lo siente como suyo. Tu ilusión se ve reforzada por la de cada uno de los empleados y si, por ejemplo, falla a última hora el árbol de Navidad, alguien tiene la idea de que, con unas cañas secas de higuera, se puede sustituir dignamente al tradicional abeto. 

La atención, lo más personalizada posible, sobre todo con las personas que por circunstancias de la vida (viudedad, separaciones, etc.) las pasaban sin familiares, era parte esencial para que el huésped (no me gusta decir cliente) pasara sus Navidades en un ambiente que se asemejase un poco al familiar. Un minuto de charla, una copa compartida, una fotografía… y, por unos días, pasabas a formar parte de su familia. 

Cuando todo este conjunto de cosas funcionaba como un reloj, me permitía, junto con mis colaboradores más directos, entregarme al divertimento de la fiesta.


 

Pero, amigos míos, a medida que la vejez ha ido endureciendo mi pellejo y, al contemplar cómo nada cambia a mejor en el mundo, también mi ilusión se ha ido encostrando y hoy vivo estas fechas con escepticismo.

Ello no quita para que, de corazón, os desee a todos vosotros y a vuestras familias, que el 2018 se acerque lo más posible a vuestras esperanzas.

Permitidme que envíe un recuerdo especial a los que están más lejos (con aguas de por medio) como J. Benito, que nos obsequia de forma maravillosa con su arte, y a F. V. Colinas que, a pesar de la lejanía, no nos olvida.

También quiero expresar (y creo que todos estaréis de acuerdo conmigo) mi agradecimiento a Herminio por el tiempo que le roba a sus quehaceres y a sus aficiones para dedicarlo a nosotros de forma tan generosa, no sólo durante esta segunda fase de Telemarañas, donde con sus Veladas se ha salido de madre de forma magistral, sino también en el día a día, siempre disponible cuando se le requiere.


Para todos, un abrazo.

Navidades 2017-2018

J. A. F. Barrio.




9.c.16.- Cosillinas.

A falta de pan… buenas son urces.


 

Rollito inicial.

Estos días, desde el 6, día de los Reyes Magos, hasta 10 de Enero, me he tomado un receso para visitar familiares en Ferreras de Cepeda y San Román de La Vega. Allí, en la tranquilidad de mi nido primigenio, he compuesto una remembranza de una velada típica, sin menciones al trágico suceso que acabó con la vida de nuestros ya venerados predecesores, con el que seguiremos en fechas próximas.

La velada de hoy será lo que sigue:

&&&&&&&&& Música de veladas &&&&&&&&&

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La bronca - Confiteor vobis.

Os confieso (a vosotros, queridos quintos; no a los bueyes, que no atienden a confesiones y marchan siempre muy parsimoniosos y reflexivos, como si echaran algo de menos ¿...?).

Pues eso, os confieso que estos últimos días me he visto muy sorprendido, gratamente sorprendido, y un poco celoso, a la vez. Me parecía a mí que vivíais pasmaos, definitivamente silenciosos, y que nadie sería ya capaz de sacaros de vuestro arrobamiento, hasta que la noche del día 2 me sorprendió vuestra pasión repentina por el asunto de los urceros cepedanos. Más aún me sorprendió la lluvia de vuestros comentarios en el chat de grupo.

¿Por qué pensaba yo que estabais definitivamente pasmaos y me sorprendió vuestro entusiasmo inesperado? Porque acababa de constatar el resultado vano de mis esfuerzos por conmoveros con 11 capítulos de una epopeya de misterio, que a mí me había sobrecogido, cuando la conocí, y no os vi manifestar tal conmoción. Tal vez la había presentado inconvenientemente exagerada para quebrar vuestras corazas (Del latín "coriacea", perteneciente o relativa al cuero. ¡Yo que suponía que la coraza era más relativa a proteger el corazón!). Nada, que tenéis el corazón encallecido y, aunque se os quiebre la coraza con once lanzazos, no emitiréis ni un gemido.

Sin duda la diferencia en vuestra reacción se debió a lo bien que cuenta Germán sus cosas y lo mal que lo vengo haciendo yo, según calificación expresa de nuestra personificación del lápiz bicolor.

El aspecto positivo del contraste, que me agradó sobremanera, fue la inmediata y masiva participación en el chat de grupo, contando experiencias y memorias de vuestras relaciones con las urces, los cepos y los aguzos. (¡No, si ya decía mi abuelo que donde más carros de pan o de yerba se segaban, donde más feijes de urces se cortaban y donde más cepos se arrancaban era en la taberna!).

Pues sí, allí salieron a relucir microrrelatos de Agustín, Natal, FBarrio, Aurelio, Elio, Villalibre, Pedrito… que pueden ejercer todos ellos de relatores sobresalientes, pero no lo hacen porque les da la risa... y se callan.

El amigo Agustín, aparte de confirmar la universalidad de la cultura urcera y del uso lumínico de los “gancios”, asegura que esas tareas no eran aptas para aprendices y que, cuando se trataba de arrancar “torgos”, además de afición se requerían “otras cosas” ¿...? De paso, saliendo al paso de los comentarios de Aurelio sobre el aprovechamiento de las boñigas vacunas a efectos caloríficos, nos dejó intuir la aplicación de esta materia prima en algunas prácticas industriosas para no perder granos en la maja o trilla de las mieses en su "terra nae". ¡Eso sí que no lo conocíamos por aquí! En nuestras eras no pasábamos de “aparar las municas” y llevarlas a los muniqueros en la pala o el caldero. 

Natal recordó conmigo nuestras prácticas de asar chorizos ”espetaos en un garrancho”, y a veces las zapatillas, que también resultaban asadas cuando las poníamos a secar sobre las estrébedes ¡Aquello sí que era Masterchef adolescente! Y no quisimos entrar en relatos sobre las prácticas adictivas de fumar hojas secas de codejo (Halimium lasianthum s. alyssoides) o de roble, en las que también tendríamos de qué arrepentirnos -¿vendrán de ahí nuestras intermitentes alucinaciones?-… por no cansar con las autobiografías.

Pedrito nos contaba su sorpresa y cabreo semanal porque una urcera lo despertaba todos los martes antes del amanecer, cuando se subía al carro a tirar los feijes de urces para una panadería y los iba contando a voces a la puerta de su casa. La hora tempranera se debía a su necesidad de regresar a su pueblo de origen ese mismo día. La cuenta le servía para cobrar las urces, porque se ajustaban a tanto el feije. El arrojo de la urcera para subir al carro y descargarlo con desparpajo no representa ninguna sorpresa para los que procedemos de extracción rural, porque las mujeres de nuestra tierra eran capaces de hacer todas la faenas del hombre y las suyas propias, cuando el caso lo requería. Alguna lo hacía desengañada de la baja productividad del marido, como aquella que aseguraba, después de que se le soltara un saco de grano que llevaba al molino cargado en el burro, saco que había atado su marido: ¡El hombre que no sirva p’atar un saco, que s’eiche! Otras lo hacían porque los tenían, “los esos”, bien acreditados, como aquella de la que dijo su marido, alcalde, en pleno concejo de vecinos: Cuando esté yo n’el concejo, yo soy el qu’hablo; y, cuando no esté yo, es mi mujier la qu’habla.

Pues, eso, que muy bien por la participación, aunque me cueste unos celillos de sana envidia.

 

 


Ahora vamos con algunas cosillinas, que es a lo que venimos a las veladas.

Hoy no he atropado mucho tema nuevo, por lo que voy a echar mano a la faltriquera y os soltaré un puñao de cosillinas, pocas, de las que no debían faltar en una velada que se preciara:

1.- Acertijos:

  • El que le planteó La Esfinge a Edipo: ¿Qué animal anda a cuatro patas de pequeño, a dos en la madurez y a tres en la vejez?
  • Otro: ¿Qué es lo primero que hace un gato, cuando se pone al sol en invierno?

2.- Anuncios, pregones... oraciones:

  • Del alcalde en el concejo: Que sepades que dende las eras al pueblo se perdió ayer un saco y que me dicen que os diga que al que encuentre el saco se le dará por el saco el valor del saco o lo que valga el saco.
  • Otro más del alcalde: ¡Animales, con cuidao, nu pisedes el sembrao! Y a aquel que nu sea animal, que nu ye parezca mal.
  • La admonición que un cura, que también tenía labranza, lanzó desde el púlpito en la misa del domingo, mirando muy decidido a todos los fieles a la vez: Al que me robó el subeo yo bien lo veo. ¡Como no me lleve pa casa, ya verá lo que le pasa!
  • O la oración de otro cura a San Antonio por la salud de las cabras de Trascastro, cuyo pastor era un fulgacián y las traía muertas de hambre: Cabras de Trascastro, pronto entrades, tarde salides; por donde vades, por allí venides; davus el barro de por los cadriles, y ese es el mal del que vus morides.

3.- Coplillas populares (a perrona la docena):

Una vez se fue una zorra
a mear en un centeno,
la pinchó una paja n’el culo
y dijo: “¡bueno!, ¡bueno!, ¡bueno…!”

Otra vez se fue la zorra
a mear en un sembrao,
la pinchó una paja n’el culo
y dijo: “¡guaaaauuuuu!”

Caséime con la Ferrera
por ver de comer caliente
y ahora dame cada día
con el cazuelo en los dientes.

Las mocitas d’este pueblo
son derechas como velas.
S'arriman a la paredes
como las berzas gallegas.

Los mocitos d’este pueblo
gastan mucho ringorrango,
un moquero en cada bolso
y la moquita colgando.

 

4.- Aleluyas (C. A. Bardón):

El mujore remediu

¡Ay siñor médicu, pásulas tan duras
qu’estoy priadicu cun las calenturas!
...
El vinu cun miel dicen que ye güenu.
Pa mí nu cunvién, pa mí ye venenu.
Esta mañanica tumei media zumbre,
dádeme butica, qu’estoy qu’eicho llumbre.
...
¿Que cúmu fui estu? You vus lu diréi:
fu a regar las fabas y eillí m’escalcéi
y cuí -nas cuartanas de la mujor lley.
Dipués fu pa casa y pa’ntrar’en calore
tapoume Tomasa con un cubertore,
dium’una cazuela de vinu cun miel
y entr’ella y mi güela tapórunme bien.
Y tous cun Tumasa diciérunme a una
qu’el vinu cun miel, tumado en ayunas,
yera-l gran rumediu pa las calenturas
y creyén qu’el vinu quita las cuartanas.
¡Por mor del indinu, ya tengo tercianas!
...
Fa diez dies d’estu y metieu n-la cama,
you quédume recu, si usté nu me sana.
¡Recetame algu p’amatare -l fuegu,
you d’usté me valgo, siñor, que me mueru!
...
¿Y-estu hay que tumalu diz qu’a cucharadas?
¿Y estu será malu, darame vasquiadas?
Purque, si ye cousa de much’amargore,
nu será mu güenu y pundréime piore.
Y, si es que quinín punés n-el papel,
u outra cousa asín, quedavus cun él.
...
Pus tengu-na ideya, que debe ser güena:
vo a beber una, en vé de la media,
pus tengu -n vinicu tan ricu y tan maju
que va murusicu pul gañat’abaju,
y ye melecina qu’a mí me cunvién,
punienduye azucre en vé de la miel.
Eichand’un buen tragu antias de tumare,
veredes que prontu me hay de sanare.
...
Y si ye qu’el vinu nu m’aprueba -ina,
veréy si m’animu cun la melecina.

 

5.- Canciones al son de la pandereta y bailes para mozas y mozos.

 

Estos bailes, de brote espontáneo durante las veladas, fueron prohibidos por los párrocos por orden del obispo.

Contando casos de las veladas, decía mi amigo y compañero en Radio Popular de Astorga, Martín Martínez  (QEPD), natural de Estébanez de La Calzada, que los mozos, “con gran sentido de la orientación en las oscuridades de la gran cocina”, conseguían encontrar asiento en las cercanías de las mozas; luego aparecía una pandereta, sonaba un ritmo contagioso, se entonaba una  canción alegre y enseguida afloraban las ganas de bailar. Mas aquellos bailes, aquella oscuridad y semejantes circunstancias propiciaban unas libertades que no eran gratas a la moral ortodoxa; por lo que la jerarquía eclesiástica, desde el obispado, a través de las vicarías, hubo de tomar cartas en el asunto y decretar que: “... habiéndose informado de que todavía se mantiene el abuso de los filandones, juntándose en ellos hombres y mujeres, sin embargo de las continuas providencias… que al dueño de la casa donde se hicieren se le multe con cuatro ducados de vellón para la luminaria del Santísimo…”. Al parecer, no fueron muy atendidas estas providencias, ni siquiera las amenazas penales, puesto que las veladas con bailes se mantuvieron hasta los días de nuestra infancia, por cierto con menos pecados contra la honestidad de los que tenían el propósito de evitar las providencias y sanciones.  

• Vídeo de la actuación del grupo de baile Guirrios y Madamas de Llamas de la Ribera en las fiestas de San Juan y San Pedro de León en Junio de 2014. El marco es super: fachada del Palacio de Los Guzmanes. Tiene un interés especial para mí porque incluyen el “Baile P'Arriba” (fracción de tiempo: 34,15 - 37,00), que es el más singular, tradicional y original de Ferreras, propagado desde mi pueblo a toda la contorna. Cuando lo tocaba a la pandereta Pedro Lozano en mi casa y yo intentaba bailarlo, en mi tierna infancia, debía resultar muy gracioso o ridículo porque se reían todos, especialmente cuando decía mi padre que yo “bailaba tan salerosamente como un sapo”.

 

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• Vídeo de la actuación del mismo grupo de baile Guirrios y Madamas de Llamas de la Ribera en las fiestas de San Juan y San Pedro de León en Junio de 2013. Tiene otro baile muy practicado en mi casa también, "El Baile Brincao", un corrido atribuido a Quintanilla del Monte, que se bailaba también en mi casa de Ferreras (fracción de tiempo: 32,00 - 35,15).

 

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Más nada por hoy. Mañana, o pasado mañana u otro día cualquiera, seguiremos con más, hasta que me mandedes parare.

 

Telemarañas en Ferreras, enero de 2018.



 


Veladas 2018

9,c.17.- Inocentadas en el Seminario.


 

 

INOCENTADA HELADORA.

Recordamos que “a las siete sonaba la campana” para levantarse. Eso tiene sus historias dignas de ser contadas. Hoy recordaremos una de la que no todo el mundo se enteró en su momento.

Era una campana pequeña, de apenas 30 centímetros de diámetro. Estaba colgada entonces a la subida de la escalera, en el centro del edificio, entre dormitorios y estudios - hoy día está en la planta baja, el centro del Claustro-. Para tañerla había que tirar de una cadena que la hacía oscilar de un lado a otro. Despertaba a los internos en el momento más soñador de cada madrugada y también interrumpía los momentos más intensos de sus recreos durante el día; por lo que era fuertemente aborrecida hasta el punto de que uno de ellos solicitó en septiembre de 1905 ante un arzobispo y varios obispos que "aquella vieja sin seso y charlatana, denominada campana, fuera sometida a un auto de fe, quemada y esparcidas sus cenizas"; pero alguien le respondió: "si la campana sepultas en un lecho mortuorio, ¿quién convocará a la gente después al refectorio?"

Cuando el obispo decidió uno de aquellos años de la década de 1950 que los muchachos no se irían a sus casas durante las Navidades y que las pasarían en el internado, la noticia no gustó demasiado a la gente menuda que ideó mil y una formas de manifestar su mal humor.

El día 28 de diciembre, día de las inocentadas, era el más propicio.

El encargado de tocar la campana despertadora era uno de los prefectos de disciplina a quien debía sonar su despertador dos minutos antes y seguramente se limitaba a enfundarse la sotana encima del pijama para salir a tocar.

No se supo de quién partió la idea ni quiénes la ejecutaron, pero esa campana en la madrugada de inocentes amaneció boca arriba y llena de agua.

Cuando el adormilado prefecto tiró de la cadena, una helada ducha le sorprendió. ¡No se sabe si cogió una pulmonía o se limitó a un resfriado!

La noticia no trascendió demasiado, salvo por el enorme charco que había en lo alto de la escalera. Si se hicieron indagaciones, fueron bastante discretas para no dar trascendencia a la travesura. Éste, que lo cuenta ahora, se enteró en los ensayos de una obra de teatro en que actuaban también estudiantes de los últimos cursos y oyó comentarios.

 

 



EL PAPA DE LOS INOCENTES.

Por otra parte para ese día habían organizado los alumnos de teología, que eran los mayores, el día del “Papa de inocentes”. Consistía en elegir “papa” a uno de los niños de primer curso, vestirlo de sotana blanca, pasearlo en silla gestatoria (un sillón amarrado a unas andas) y hacerle reverencias como si de un papa se tratara.

No debió de tener mucho éxito la farsa, o no gustó a la superioridad, precisamente porque podría ser asimilada a las denostadas “fiestas de los locos”, regocijos llenos de impiedades que eran celebrados durante las navidades en siglos anteriores, pues sólo se organizó aquel año. En las navidades de los cursos siguientes hubo otras celebraciones que nada tenían que ver con aquello.


Oviedo, enero de 2018


Germán Suárez Blanco



 


Velada de Navidad 30-12-2018

9.c.18 - Escribo: Epílogo I


 

 

 

Hoy, al cumplirse el 168 aniversario del entierro de nuestros tres antecesores, fallecidos el 19 de diciembre de 1850 en La Omaña bajo una tormenta de nieve, me siento obligado a cumplir el encargo que acepté hace un año: "escribir y hacerlo lo mejor posible, concretando certidumbres y evitando elucubraciones".

No puedo de momento cumplir íntegramente el deber, por eso publico este primer epílogo, conciso y concreto, que elimina algunas dudas, corrige alguna imprecisión y se basa en una fuente de credibilidad absoluta: las partidas del Libro de Difuntos, localizadas en el Archivo Diocesano de León. Confirman que sí eran seminaristas del seminario de Astorga y las fechas de fallecimiento y entierro; por el contrario parece seguro que fueron enterrados en el cementerio de la parroquia de San Juan de Ponjos, no en la de Murias de Ponjos, como habíamos relatado.

Ya os anticipo que, Dios mediante, proseguiré las investigaciones que se anuncian sumamente interesantes, en dos aspectos:
- Confirmar y completar contactos (ya en curso) con familiares de los fallecidos y obtener alguna ampliación de los archivos del Seminario de Astorga.
- Confirmar o descartar la agregación de un cuarto y un quinto antecesores fallecidos en término de Ferreras en similares, si no idénticas, circunstancias.

Cruz a la vera del camino de Astorga a Asturias en Ferreras de Cepeda.
Lugar donde apareció muerto, bajo la nieve, un estudiante que viajaba hacia La Omaña.
 


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Leed pues con detalle los documentos que siguen y luego podréis colaborar, si lo consideráis oportuno, en las tareas pendientes. 

 

 


Documento 1.

TRANSCRIPCIÓN DE LAS PARTIDAS DEL LIBRO DE DIFUNTOS
Parroquia de San Juan de Ponjos, Diócesis de Astorga en 1850, hoy diócesis de León.

Nota: (Los signos de interrogación indican letras difíciles de descifrar en el original)

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Año 1850
Restituto Florez
Hijo de Dn. Manuel? Florez y Dñª María García?

En el día Treinta de Diciembre Año de mil ochocientos cincuenta, yo el infrascrito cura párroco de San Juan de Ponjos en la Diócesis de Astorga di sepultura eclesiástica a el cadáver de D. Restituto Florez estado soltero hijo lejítimo de D. Manuel? Florez y Dª María García? Lorenzana? Vecinos de Santa Marina de Balbueno Diócesis de Oviedo en la Vicaría de San Millán, cuyo se encontró muerto en término de este pueblo y sitio de las peñas de Linares en la sierra ocasionada su muerte según se supone en la noche del día diez y nuebe del actual caminando hacia su casa veniendo de estudiar del seminario de Astorga y por declaración de los físicos ahogado con la niebe, con otros dos compañeros cuya sepultura di con horden y mandato de la Justicia Civil, en el cementerio de esta parroquia, y sitio del centro. No estava eredado de sus padres ni otros, hera de edad de diez y seis años y tres meses; fueron testigos Bernardo Hidalgo?, D. Luis Rodríguez y Felipe González? vecinos de esta  parroquia. No recivió los Santos Sacramentos por la casualidad de su muerte; y lo firmo dia, més, y año referido ut supra
Dn. Santiago Fernández?

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Francisco Sabugo
Hijo de D. Manuel Sabugo y de Dª. Martina Rozas?
Pago de la casa santa y redención de cautivos?
Delegado?

En el día referido treinta de Diciembre año de mil ochocientos cincuenta, yo el infrascrito cura parroco de San Juan de Ponjos, de horden de la justicia ordinaria di sepultura Eclesiastica en el cementerio de esta parroquia y primer tramo de sepultura, a la parte izquierda a el cadáver de D. Francisco Sabugo, estado soltero natural del pueblo de Cirujales, hijo lejítimo de D. Manuel Sabugo y Dª. Martina Rosas?, vacinos que él fue y hella es de dicho Cirujales en esta Diócesis; cuyo cadaver fue allado en el día de ayer  en la sierra de este pueblo, y sitio de las peñas de Linares y muerto según se presume en la noche del diez y nuebe del actual pasando del estudio del Seminario de Astorga para su casa en compañía del anterior, y el que sigue, ahogado con la niebe por declaración de los físicos, hera de edad de diecisiete años, y eredado por parte de su padre y por lo mismo ¿…? en esta parroquia la ¿---? de su funeral; fueron testigos Bernardo Hidalgo? D. Luis ¿…? y Felipe Gonzalez vecinos de este pueblo. No recibió los Santos Sacramentos por lo casual de su muerte, y lo firmo fecha ut supra
Dn. Santiago ¿Fernández?

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Ramón García
Hijo de Dn. Fernando García y Dñª María Martínez?

En el día treinta de Diciembre año de mil ochocientos cincuenta, yo el infrascrito cura párroco de San Juan de Ponjos Diócesis de Astorga, de horden de la justicia ordinaria di sepultura Eclesiástica a el cadaver de D. Ramón García, en el cementerio de esta parroquia primer tramo de la parte derecha, hera hijo lejitimo de D. Fernando García y de Dª. María Martínez?, vecinos de Santibáñez de la Lomba, de esta Diócesis, cuyo cadáver fue allado en el día de ayer en termino de este pueblo y sitio de las Peñas de Linares en la sierra, muerto según se presume en la noche del día diez y nuebe del actual, pasando de la ciudad de Astorga para su casa, ahogado por la tormenta de la niebe según declaración de los fisicos. No recivio los Santos Sacramentos, por lo casual de su muerte, ni estava eredado de sus padres ni otra persona por lo mismo no debe funeral en esta parroquia. Hera de edad de veinte años, fueron testigos D. Luis Rodríguez, Bernardo Hidalgo? y Felipe Gonzalez? de este pueblo; y firmo fecha ut supra mes y Año.
Dn. Santiago Rodríguez?

 


 

DOCUMENTO 2.

Folios 1, 2, 3 y 4 de las citadas partidas (original).

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Telemarañas, 30 de diciembre de 2018



 


9.c.19.- Mi recado para la Navidad de 2018 (A DUO)


 

 

Este año tenía yo el inverosímil propósito de despachar mi recado de Navidad en un mensaje de whatsapp, aunque pasara desapercibido; pero quiso la fortuna, habitualmente imprevisible, que anteanoche me desvelara un ave nocturna, ¡no un pajarraco cualquiera, no! un “Milanus traga-felices, subespecie filosofigensis” según dicen, que tiene su refugio partisano en las estribaciones del Castrión de la Valdería, cuando no se avienta hacia las cimas astures o navarras, ¡que también lo suele hacer!

Hízolo esta vez ¡otra vez más! a deshora– lo previsible para sus hábitos desmovilizados y desconectados – pero con un recado carísimo para mí, ¡que me gustó mucho, vaya!

Él asegura que es sólo para mí, mas yo, previsible "Gallus cacareator, subespecie cepedanus", voy a “picar albores” con la intención de que os resulte grato a todos los demás parroquianos, seades de donde seades, creades lo que creades y andedes por donde andedes, para que gocedes del mentado recado, si les viene bien a vuesas mientes.

¡Quede pues constancia, atque imprimatur, pa que conste, etsi susodichus ille decidiere hacer más adelante lo debido para todo el senado!

Y, en fin, puesto que todavía creo en el perdón de mis pecados y en la enmienda de mis errores, os quiero felicitar de verdad, a todos y a cada uno. Lo haré con la imagen de un “Belén de madera y barro policromados”, anónimo y procedente de la parroquia de Zacos de nuestra añorada Cepeda. Lo podéis admirar en la exposición “NATUS EST” (Palacio de Gaudí - Astorga) hasta el 31 de enero.

 

 

También os propongo amenizar vuestros mejores ratos, los íntimos y los familiares, con la colección de Cantares de Navidad de los pueblos de España interpretados por La Ronda del ZIPI ZAPE de San Lorenzo de El Escorial.

Yo hoy elijo para nuestro recado dual e villancico de nuestra tierra, que os ruego reproduzcáis ahora mientras seguís el rollo:

¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡

 

!!!!!!!!!!!!!!!!


Si os ha complacido, os propongo, para mayor solaz vuestro, escuchar la lista completa: son 17 villancicos de carácter popular, que espero os guste entonar, solos o en familia.

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¡Que seáis muy felices y viváis muchos y muy buenos años en la paz de de la buena voluntad y riendo, si es posible!

Herminio



9.c.20.- El recado de Almanza para la Navidad de 2018 (A DUO)



Herminio, caro, ¿qué pasa con nosotros?

Ya pasó el verano, ya llegó el invierno, dentro de muy poco caerá el gobierno, que tururururú...

¿No era por ahora el tiempo de las felicitaciones?

Me he asomado varias veces a Telemarañas, pero lo único que he encontrado ha sido tu famoso carné de identidad, lo que me hace sospechar que, o bien se nos ha agotado la inspiración o que la revista ha completado su ciclo vital. De ser así, no te preocupes, ya te dije hace mucho tiempo que, en mi opinión, Telemarañas había cumplido sobradamente su cometido y debemos felicitarnos por ello. Y, como dijo el sabio griego (no recuerdo cuál de ellos), más vale desaparecer en plena gloria que esperar a que la decrepitud arruine nuestros merecimientos. Ya sabemos que todos -y Telemarañas no iba a ser una excepción- aspiramos a la eternidad, pero también sabemos que eso es un imposible, y más en los tiempos que corremos, que por mucho que corramos, el tiempo nos saca cada vez más la delantera.

¡Tiempos aquellos en que nosotros íbamos por delante del tiempo y las vacaciones tardaban y tardaban en llegar y el tiempo de Adviento se hacía eterno hasta que sonaba el primer villancico! En fin..., que nos quiten lo bailao.

Bueno, si no me animo a mandar una felicitación colectiva, que sirva ésta de felicitación para ti y tu familia.


Que disfrutéis de todo lo bueno de las Fiestas Navideñas.

Un abrazo.


IAlmanzaR