B.5.5.- OLIVOS DE LAS ERMITAS
Hunde el centenario olivo
su raíz en la empinada sierra,
chupando de la pobre tierra
la esencia para seguir vivo.
Apoya el tronco agrietado
en la piedra, que le da
firmeza, sostén y ayuda
frente al viento huracanado.
La piedra, fiel compañera
en calurosos estíos,
inviernos largos y fríos
y frondosas primaveras.
En otoño su aceituna
cambia a negro el color verde
y espera ya que el molino
la transforme en fino aceite.
Como faros milenarios
mostrabais al peregrino
cuál era el mejor camino
para ir al santuario.
¡Olivos de Las Ermitas,
visteis mi niñez pasar,
visteis al niño crecer,
visteis al niño llorar!
Vosotros sois los primeros
que rompisteis el candor
de la atrevida ignorancia
de aquel niño soñador,
al creer desde la infancia
que cada olivo produce
la aceituna de un color.
Negro es negro, verde es verde.
Y pasados muchos años,
ya con canas en mi sien,
volví para visitaros,
y no a todos encontré.
La fortuna, que es cambiante,
me afinca en una región
de olivares abundante.
No me produce emoción,
la emoción que yo sentía
cuando tenía ocasión
de vuestro fruto tocar
que ya de negro vestía…
¡Olivos de Las Ermitas,
os llevo en el corazón!
J. A. FBarrio.
Galaroza, Junio 2014