B.F.D.- Primeras monsergas
Cuenta, cuenta, que contando
se aligera la mochila,
con las musas se espabila
y se camina cantando.
Recuerdo la primera noche,
tras un viaje en coche.
Fue en el cincuenta y nueve
en Las Ermitas y llueve.
El reloj y sus campanadas,
las camas alineadas,
lágrimas disimuladas
y morriña a paladas.
Carraspea preocupado
un padre en la escalera,
se pregunta intrigado:
¿logrará hacer carrera?
Rasga el sol los visillos,
los rayos zurcen hilillos,
se levantan los chiquillos
enfilando los pasillos.
Del Dormitorio al Comedor,
desde allí al Gran Salón.
El Bibey reía acogedor.
Chapas, canicas, balón.
Besando las barbas del río,
yacía el pradón del doctor;
la presa cortaba el vacío,
haciendo del agua tractor.
Un carro rasgaba el silencio
con el chirriar de sus bujes,
los bueyes con sus empujes
se burlaban de Florencio.
En aquel salón de estudio,
que en ocasiones repudio,
se forjó nuestro proyecto
avivando el intelecto.
Y comenzó la rutina:
“Cervus in fonte bibebat…”
Nemo vertere sciebat,
quia erat lingua latina.
¡Y a mí me tocó la china!
De lo que sucedió después,
de la serpiente maligna,
causa de muchos traspiés,
más que complacer, indigna.
VíctorR.
12 de Junio de 2013